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miento de Dragones, la hija del mesonero, cumplido el vaticinio, montaba á horcajadas á su lado con unos brios y una soltura dignos de brillar en el circo ecuestre, y de ser envidiados por las amazonitas del dia, que no hay potro mal domado que las arredre, y huyen y gritan al ver un raton.

Vestia en tales excursiones, pantalones á lo mameluco, una chaqueta militar con faldoncillos, en cuyas bocamangas, lucian tres galones como tres rayos de sol. Llevaba en la cabeza una gorrita por el estilo de gorra polonesa, confeccionada con una notable falta de gracia, y adornada con unas grandes plumas negras, que cuando corria se llevaba el viento hácia atrás, de suerte que parecia el humo de un vapor.

Adornaba además esta gorra una escarapela tamaña como una rueda de sandía. Los soldados al verla se entusiasmaban; la intrépida amazona tenia un partido loco con la tropa; por seguir á su coronela y á su bandera, hubieran los soldados pasado no solo por el agua, sino por el fuego. ¡Qué arrogante moza! Esta era la calificacion general, que no sin razon se le daba, y la que tanto sonó en sus oidos, que se la apropió y se identificó con ella como con su nombre de pila Dona Eufrasia siempre fué honrada, como buena navarra, y unas cuantas sonoras bofetadas habian cimentado sólidamente su respetabilidad en los campamentos.

Cuando esta suave indirecta habia sido dada á un . antiguo conocido ó compañero de su padre, de char-