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retera ó capona de lana, se habia éste conformado mediante el conocido refran: patada de yegua no mata caballo.

—" Si era el escarmentado de los que llevaban charretera de plata, habíale contestado con el caballeroso y nunca desmentido axioma: manos blancas no ofenden.

A la sazon todo habia dejado de existir, la guerra, los mandos, el coronel, la guardia á la puerta, y lo moza. Nada habia quedado sino lo arrogante; de lo que resultaba conservar dicha militara su hablar récio, su tono decidido, sus maneras bruscas y su obrar expeditivo. Se creia, con sobrada impertinencia, con derecho innato á imponer su veto á todo, como la Aduana á poner su sello, y nadie se lo contestaba.

Las gentes osadas gozan en sociedad unos privilegios y primacías que hacen poco favor á los individuos que la forman, pues esto prueba que son tan fáciles en dejarse imponer, como dificiles en dejarse guiar; tan dóciles á la presuncion desfachada como rebeldes y mal sufridos á la persuasion razonable y modesta. El vapor y la osadía son los dos motores, físico y moral, de la época.

Asi era que Dona Eufrasia, á quien nadie podia sufrir, se habia hecho por su propia virtud un lugar en todas partes, y plantada en jarras en su puesto tomado por asalto, no habia guapo que la desalojase.

Si alguna vez una persona poco sufrida le daba una respuesta ágria y ofensiva, se amortiguaban estos dardos sobre la doble coraza que ceñia á la amazona: ,