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CAPITULO IV.

—Señora, dijo á la mañana siguiente el ama de llaves, ahí está el criado que envia la Señora Doňa Eufrasia.

—Bien; dile que entre, contestó la Marquesa.

A poco entró la mas extraña figura que darse puede. Era una rara muestra de lo que es la expresion á los rostros y el continente á las personas; pues siendo el que se presentó, un hombre sin deformidad alguna, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, con facciones regulares, buenos ojos y buena dentadura, nadie podia mirarle sin reirse, ménos aquellos que tienen la desgracia de no reirse nunca. Estaba vasta, pero aseadamente vestido; solo que los pantalones eran demasiado cortos, y en cambio los zapatos demasiado largos; la chaqueta era demasiado angosta, y el corbatin negro de charol demasiado ancho, lo que le