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vaba de noche varios comestibles á su casa; cuarto, que la doncella tenia un novio que le hablaba por la reja; y quinto que Andréa sabia y hacia la vista larga á todas estas infamias.

1 —¡No puede ser! exclamó horripilada la Marquesa al oir tan funestas revelaciones.

—Pues no lo crea Usía, repuso con toda su dignidad el fiel servidor, sentido de que su señora dudase de su veracidad. No lo crea Usía; á bien que no es voto de castidad.

Pepino queria decir artículo de fé.

Con esto hubo una de San Quintin en la casa.

Llovieron sobre Pepino como saetas las miradas malévolas, y fué el blanco de las indirectas mas punzantes, Pepino envalentonado con la creciente proteccion de su señora, todo lo miró con el frio desdén con que una pared maestra recibe los pelotazos de niños dañinos.

Pero algun tiempo despues tuvo la Marquesa el dolor de ver á su favorito venir á servir el almuerzo en un doloroso estado. Cojeaba y estaba medio derregando; uno de sus ojos yacia oculto en una prominente hinchazon, del fondo de la cual salia su triste mirada como un rayito de luna por una rendija.

La noche ántes, al ir á llevar una carta al correo, manos invisibles por la oscuridad le habian apaleado á su sabor, diciéndole que era por la primera; que á la segunda se le cortaria la lengua.

La Marquesa compadecida exclamó que así perse-