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no, no: sabe ese correveydile, ese tertuliano general y ambulante, que están las uvas de esta parra verdes para sus dedos manchados de tinta de oficina.

—No solo están verdes, sino ágrias. ¡Pobre D. Galo! dijo Clemencia.

Antes de proseguir, es necesario dar á conocer al lector el nuevo personaje qne se acaba de mencionar (si es que no le conoce, pues todo el mundo conoce á D, Galo), porque en lo sucesivo va á ocupar un lugar privilegiado en los cuadros que irémos bosquejando.