del suceso, á cuyo efecto ha formado la Sociedad Colombina, bajo la presidencia del indignamente olvidadizo duque de Veragua, inútil heredero del titulo concedido al nieto de Colón.
Sevilla no se quedará atrás en lucha de magnificencia: hará reaparecer el antiguo esplendor de Castilla en el aniversario de ese día, que lo fué del triunfo supremo de la fe católica; pero aún ha de sobrepujarla Huelva, á donde acudirán las gentes de todo el mundo; cubrirán embarcaciones empavesadas las aguas del Tinto y del Odiel, convirtiéndose en campamentos sus orillas. Se copiará exactamente la escena de la salida de Colón, en carabelas construidas y aparejadas por el modelo de las suyas, llevando la gente los trajes de la época. Se representará también en simulacro el regreso de la Niña al puerto, con otros espectáculos grandiosos. Nadie sabe á dónde llegará la admiración tardía de los españoles: ahora parece sincera.
Barcelona, que presenció la recepción triunfal del Héroe, quiere reproducirla; esta ciudad medio francesa, comprende mejor que las otras al Evangelista de los mares... Jamás