de la Real Academia de la Historia al Gobierno de S. M. el Rey de España, por Mons, Roque Cocchia, de la Orden de capuchinos, Arzobispo de Sirace, Vicario apostólico de la Arquidiócesis de Santo Domingo y cura de la misma República y de las de Haití y Venezuela, Delegado Apostólico. Santo Domingo, Imp. de García hermanos, 1879, 4.º: 338 págs.
199 Cocchia, pág. 198.
200 Con arreglo á ellas se dio á los descendientes de D. Cristóbal licencia para poner en el sepulcro «cualesquier bultos ó estatuas que quisieren y por bien tuvieren.»
Mucho después se juzgaba todavía que la opinión es el más grande de los monumentos, y así un poeta anónimo, contemplando el féretro del hijo del Emperador, del vencedor de Lepanto, de D. Juan de Austria, que esperaba la terminación del panteón de Infantes en el Escorial, escribía en 1623:
Tú, que con tan alta gloria
Yaces tan humilde aquí,
¿Qué templo, qué estatua, di.
Se levanta en tu memoria?
¿Qué aroma en humo derrama
España al nombre que cobras?
— Mi templo fueron mis obras;
Mi estatua ha sido mi fama.
Desde que las costumbres cambiaron, se ha