fermedades y á las aflicciones, mayorazgo inseparable de la humanidad, no las tenémos tanto por una pena, quanto por un motivo de combates y victorias. Los trabajos excitan é inflaman el valor: y la adversidad fue siempre la escuela de la virtud. La inaccion entorpece las fuerzas del cuerpo, y del alma. Todos esos ilustres personages, que nos proponeis por modelo, debiéron á la adversidad sus virtudes y su gloria. No creais, que Dios no pueda, ó no se digne venir en socorro nuestro. Dios es Señor del universo, y ama tiernamente á los suyos; pero hace prueba de nosotros en los trabajos y en los peligros, al modo que se prueba el oro en el fuego. Sondea la voluntad del hombre hasta el último suspiro; nada se le escapas y nada quedará sin recompensa. No hay para Dios mejor espectáculo, que ver al Christiano que combate con el dolor, provoca las amenazas y los tormentos, la crueldad de los verdugos, el aparato y los horrores de la muerte, y que defiende su libertad contra los Príncipes y los Emperadores, cede á Dios solo, y muriendo triunfa del Juez, que lo ha condenados porque aquel, que ha obtenido lo que pretendia, es el vencedor. y ¿Qué soldado hay, que no desprecie el pelígro, en presencia de su General? A nadie se le premia sin que primero combata. El General, sin embargo, no puede dar sino lo que depende de
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