sí: puede honrar al valor; pero no puede prolongar la vida un solo instante. Dios jamás abandona en el dolor á su soldado, y este triunfa aun de la muerte. Y así, por mas que el Christiano parezca miserable, no puede serlo en la realidad. Vosotros ensalzais hasta las nubes á los que han sufrido valerosamente, como, por exemplo, á un Escévola, que por haber querido matar á un Rey, hubiera sido condenado á muerte, á no haberse abrasado su propia mano. ¡Ah! ¿Quántos de nosotros han sido abrasados enteramente, sin que dieran un grito, no obstante que podian salvarse con una sola palabra? Pero yo no debo comparar nuestros Christianos con un Escévola ó un Régulo. Hasta nuestras mugeres y nuestros hijos provocan las cruces, las torturas, las bestias feroces, y los mas espantosos suplicios; y todo lo sufren con una paciencia inalterable, que no puede dexar de ser dón del cielo. ¿No me confesarás, que no hay nadie, que quiera sufrir sin razon, ó que pueda sufrir tan crueles tormentos , sin el socorro divino ? Pero quizá os mantiene en la ilusion el espectáculo de tantos infieles, que nadan en la opulencia, se ven colmados de honores, y gozan del poder supremo. ¡Há! Todos esos son elevados para dar mayor caída; son víctimas, que se engordan y se coronan para el sacrificio: pero lejos de pensar en esta espantosa catástrofe, parece que no ocupan los primeros puestos del Estado, sino pa
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