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VIAGE

Tenerife, Gomera y Palma, que distan de San Lucar 200 leguas[1]; muy abundantes de azucar: allí se dividió la armada. Habitan estas islas españoles con sus mugeres é hijos, y son del dominio del Rey. Estuvimos cuatro semanas con tres naves en la Palma, proveyéndonos de vituallas, hasta que vino órden de D. Pedro de Mendoza para proseguir viage. Estaba en nuestra nave un pariente de D. Pedro, llamado D. Jorge de Mendoza, que se habia enamorado de la hija de un vecino de la Palma: pues habiendo el último dia levado anclas, salió á tierra D. Jorge con doce compañeros, acerca de las doce de la noche, y la robaron, trayéndola á la nave con una criada, sus vestidos, joyas y dinero; y ocultamente la metieron en nuestro navio, sin que el capitan Enrique Peyne supiese nada. Solo lo advirtieron las centinelas, que lo habian visto.

Empezamos á navegar por la mañana, y á las dos ó tres leguas de viage, entró tan recio temporal que nos volvimos al puerto y echamos las anclas. Enrique Peyne fué en el bote á tierra, y queriendo tomarla, vió 30 hombres armados con escopetas y espadas, que querian prenderle: y conociéndolo sus marineros, le instaron á que no saliese á tierra. Procuró volverse á toda prisa, aunque menos de la que él quisiera, porque le seguian en navichuelos los de tierra, amenazándole. Al fin se libró de ellos en otra nave mas cercana á tierra.

Viendo los Canarios que no podian cogerle, hicieron tocar á rebato, y trageron dos tiros, que dispararon cuatro veces contra el navio mas cercano. El primero hizo pedazos una olla de agua, de cuatro ó cinco arrobas; el segundo quebró el último árbol de la nave; el tercero hizo un agujero grande en el costado, y mató á un hombre, y aunque erraron el cuarto, quedó muy maltratada la nave.

Estaba surto en el puerto otro capitan que iba á Méjico, y él en tierra con 150 hombres: el cual, habiendo sabido el robo de la muger, procuraba la paz entre nosotros y los de la ciudad, con que se les entregasen D. Jorge de Mendoza, la hija y la criada; y habiendo entrado el capitan Peyne y el gobernador de la isla en nuestro navio para egecutar lo pactado, D. Jorge les dijo, que aquella era su muger, y ella que su marido; y al punto se desposaron con gran dolor y tristeza del padre de la muchacha.


  1. En las distancias suele tener poco acierto el autor, pues en esta, quita una tercera parte.