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AL RIO DE LA PLATA.

El general se puso en marcha aquella misma tarde, y llegó á nosotros entre tres y cuatro de la mañana. Los Carcokies, viéndonos pocos, tuvieron por cierta la victoria: pero entendiendo que el general nos habia seguido, se entristecieron y por fuerza, y por conservar á sus mugeres é hijos que estaban en el pueblo, nos asistian en todo, trayéndonos carne de ciervos, y otras fieras y aves, gansos, gallinas, ovejas, avestruces, conejos, maiz, trigo, arroz y algunas raices, de que era abundante esta provincia.

Traen estos indios en los labios una piedra azul, como dado, sus armas son dardos, lanzas y rodelas de cueros de huanaco.

Las indias traen horadados los labios con un agugero chico, y en él un poco de cristal azul ó verde, visten camisetas de algodon, sin mangas; son bastantemente hermosas, hilan, y cuidan de la casa, y los indios labran los campos, y cuidan lo demas necesario á la familia.


CAPITULO XLVIII.
Del rio Guapás y su pueblo cerca del Perú, y como partieron dos mensageros á Potosí, Plata y Lima.

Tomamos algunos Carcokies por guias para pasar adelante, y á los tres dias de camino huyeron: proseguimos sin ellos, y llegamos al rio Guapás, de media legua de ancho. Nos era imposible pasarle sin riesgo, y para evitarlo, cada dos soldados hicimos una balsilla, ó red de palos y sarmientos tegidos, en que, llevados del rio, pudiésemos tomar la otra ribera; en este paso se ahogaron cuatro compañeros. Tiene este rio peces muy sabrosos: hay en la tierra muchos tigres.

Estando una legua distante del pueblo, situado á cuatro del rio, salieron sus indios á recibirnos, convidándonos, en lengua española, de que al principio nos espantamos.[1] Preguntámosles, qué señor te-


  1. Herrera, Decada 7, cap. 15, fol. 235