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los más delicados trinos del ruiseñor, hasta el tirano, al que hace oír sus rugidos de león pronto para desgarrarlo, sin resentirse su robusta inspiración, ni en los extremos, ni en los medios de esta vasta escala en la que es digno de seguirlo por la propiedad con que adapta el carácter al género y la voz al tema.

Perseguido y envuelto en las desgracias de su patria, vive en el destierro, ya cantando tristemente las desdichas de su suelo, ya enviando aceradas flechas contra sus opresores. Es el Byron americano, llorando á su Buenos Aires entre los lúgubres tintes del ostracismo.

Sus poesías, como él lo ha dicho, pertenecen al reino de la musa de la libertad, que triste, pensarosa y melancólica como la suerte de la patria, al son de cuyas cadenas se inspiraba; proscripto y desgraciado como ella, ha puesto también sobre las sienes de la patria, la corona de su época, salpicada de lágrimas y manchada de sangre; pertenecen á esos suspiros del corazón enviados desde el extrangero hasta las playas argentinas en el ala del céfiro, ó en el rayo tierno y melancólico de la luna; á esas armonías del sentimiento con que la poesía llora las desgracias de la patria, y vive esperanzada en su porvenir, durante la larga noche de la esclavitud.

En sus versos políticos, en sus inspiraciones contra Rosas, hay un arranque, un brío, un odio tan sincero, una tan extraña ferocidad de pensamiento, que, si á veces choca por lo monstruoso, otras veces se agiganta hasta llegar á lo sublime de la invectiva. ¿En qué escritos se han reunido más hipérboles desaforadas de venganza y exterminio, más estrépito de tumulto y de batalla, más inflamada sarta de denuestos y maldiciones, capaces de embriagar el espíritu del lector más sereno y pacífico, haciéndole momentáneamente, participar de la exaltación del poeta, que en los siguientes versos?


A Rosas — 25 de Mayo de 1843.
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Prestadme, tempestades, vuestro rugir violento
Cuando revienta el trueno bramando el aquilón
Cascadas y torrentes, prestadme vuestro acento
Para arrojarle eterna, tremenda maldición....
Sí, Rosas, te maldigo! Jamás dentro mis venas
La hiel de la venganza mis horas agitó:
Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas;
Pero como argentino las de mi patria, no.