CAPITULO XIV
En Avellaneda, á semejanza de otras personalidades que ya hemos tratado, está tan ligada su labor literaria á su tarea política, que es imposible seguir por separado los diversos caminos por donde ha desarrollado su actividad. Por esta causa lo estudiaremos como periodista, orador y prosista, al mismo tiempo que como diputado, senador, ministro y presidente de la República.
A excepción del verso, Avellaneda ha cultivado todos los géneros literarios, siendo la prensa el primer escenario donde ejercitó sus fuerzas intelectuales.
Bien pronto demostró que había en él tela suficiente para un gran político, cuando desempeñó en la provincia de Buenos Aires, el ministerio de gobierno.
Durante la presidencia de Sarmiento, fué ministro de Culto é Instrucción Pública y por último, pocos años después, fué electo Presidente de la República, siendo precisamente en medio de las continuas preocupaciones políticas, que se acentuó como orador y publicista. Sus mensajes al Parlamento son modelos acabados de elocuencia política.
Pero sus temas son universales, como lo era su talento, y sus discursos fascinan y encantan, cualquiera que sea el punto que traten. En las tumbas, reanimaba á los personajes objeto de su oración; en frente de las estatuas hacía que éstas adquirieran el gesto y la expresión de los que fueron; ante el ejército, dignificaba al soldado, enardeciéndolo para la lucha por el honor nacional; hablando en presencia de asambleas predispuestas, trocaba su ira en aplausos, y en donde quiera que resonara su voz, era siempre respetada por la autoridad de su talento.
Pero aparte del valor intrínseco de sus notables dotes oratorias, existe una circunstancia que aumenta su valor: Avellaneda no nació orador, sino que á la manera de