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pado en la esploracion de aquella Córte y de todo el pais, y en diferentes espediciones contra algunos pueblos rebeldes de la comarca. En este tiempo recibió nuevos embajadores de Sinacam, Rey de Guatemala, con ciertos presentes de oro, ofreciéndose de nuevo por vasallo del Rey de España, y convidándole con gente y otros servicios para la guerra. Recibiólos con grande aprecio Don Pedro de Alvarado, dándoles gracias y correspondiendo su regalo; y aceptando la oferta de Sinacam, le pidió 2,000 indios, para que condujesen el ejército y enseñasen los caminos que se ignoraban. Prontamente le envió el referido Monarca 2,000 indios Kachiqueles armados, que aderezaron los caminos, asistieron y acompañaron á nuestro ejército basta introducirlo en la gran Córte de Guatemala. Aunque nuestros Españoles venían comboyados por los indios que envió Sinacam y estos se mostrasen muy oficiosos y rendidos, procurándolos servir en todo lo que se ofrecía; mas como á cada paso que daban en las tierras del Señorío de Kachiquel, no hallaban otra cosa que sangre, cadáveres y despojos de los mismos muertos; ni encontrasen mas que tropas de indios armados; y por otra parte estuviesen escarmentados de las traiciones de los indios Quichées, comenzaron á sospechar alguna alevosía de parte de los Kachiqueles. Con estas dudas y recelos caminó el Capitán Don Pedro de Alvarado y su gente, basta que dando vista al Rey Sinacam, que venia á encontrarlo en sus andas adornadas de plumas de quezal y joyas de oro, acompañado de dos principales de su córte, desmontándose de su caballo y dirigiéndose al referido Monarca con muchas muestras de cortesía y estimación, le puso en las manos una muy curiosa albaja de plata y le declaró sus sospechas, diciéndole: ¿Porque me pretendes hacer mal cuando vengo á hacerle bien? Pero el fiel é inocente Sinacam, entendiendo por medio de los intérpretes lo que se le decia, poniéndose algo severo y agradeciendo el presente, con gran serenidad le respondió: Sosiega tu corazón, gran Capitán hijo del Sol, y fíate de mi amor, y prosiguió su razonamiento, advirtiéndole que todo aquel aparato de guerra que había encontrado, no era prevención contra los Teules (ó dioses que