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rian con truenos á sus enemigos; pero que si querían obedecer a los Castellanos, ellos se obligaban á introducirlos á su amistad. Mas estos rebeldes, atropellando el derecho de gentes, sacrificaron á los embajadores, no dejaron vivo mas de uno que llevase la noticia, diciéndoles que pidiesen á sus amigos hijos del sol, que resucitasen á sus Tatoques (asi llamaban á los embajadores); y que ellos no se sujetaban á gentes no conocidas y cuando llegasen sus amigos, ya ellos habrían acabado con sus pueblos. Y poniendo por obra sus amenazas, acometieron con numerosas tropas á los pueblos sujetos: estos empuñaron prontamente las armas con brio y resolución para defenderse, y al mismo tiempo dieron aviso á Guatemala. Era por el mes de Enero de 1525 cuando pasaban estas cosas, pues como asegura la tradición de los indios, era el tiempo del tapisque, esto es, de la cosecha del maiz; y hallándose Don Pedro de Alvarado á esta sazón en la guerra de Atitlan ó de los Pipiles, el Teniente General que quedó en Guatemala con suficiente presidio, dió aviso al Adelantado, é hizo marchar al socorro de los indios amigos, mil Guatemaltecos, con diez arcabuceros por Cabos, y por Capitán General del ejército á Antonio de Salazar, Caballero de gran crédito y de valor conocido.

Salieron estas tropas de Guatemala con la mayor aceleración, y no intermitiendo sus marchas, llegaron al pais de la campaña á tiempo que se empezaban y esgrimir las armas y arrojarse y disparar vara á flechas unos indios á otros. Sin embargo de la llegada de los nuestros, continuaron las Sacatepequez firmes y sumamente briosos en el combate; y aunque morían muchos de los suyos, les entraban por instantes nuevos socorros. Al tercer dia de la batalla les llegó á los Españoles un poderoso refuerzo que les envió Don Pedro de Alvarado, que se hallaba libre de la campaña de Atitlan: componíase este de veinte corazas, diez arcabuceros, doscientos indios Tlaxcaltecas y Mejicanos. Eran tan frecuentes las quiebras y rotas que sufrían los rebeldes, que sin embargo de ser innumerables sus escuadras, desflaquecidos de valor y de gente, llegaron á pensar en el rendimiento. Mas á es-