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naba la llanura; mas apenas se empezó á mover nuestro escuadron, cuando fué asaltado de un ejército como de 2,000 indios: procuraron los nuestros apretar y ceñir á los rebeldes en el terreno, y con esto obligados los indios á presentar la batalla, al cabo de media hora de combate, quedaron rotos y desbaratados, y se volvieron á emboscar para tomar la fuga. Continuó su marcha nuestro escuadrón hasta la referida colina, que á breve rato, sin contradicción del enemigo, se vio dominada de los Españoles. Al día siguiente vieron venir un ejército como de 5,000 flecheros, que acercándose á los nuestros comenzaron á disparar sus saetas envenenadas, con lo que no poco daño les hicieron; pero correspondiendo los Castellanos con la arcabuceria y con dos tiros de artilleria mataron tantos indios, que empezaron á volver las espaldas, bien que otros se mantenían en la retirada con sus zaetas; y avanzando inadvertidos los nuestros, descendieron á la llanura, donde acometidos de estos guerreros y de los que habían sido rotos en la batalla antecedente, cogiéndolos en medio, los pusieron en precisión de retirarse á largos pasos por lo mas ancho de la campaña; pero en lo mas vivo de la pelea dieron en unas rastrojos, donde enredados y detenidos de la caña y bejucos de los ayotes, casi presos de los embarazos y estorbos, quedaron rotos nuestros Españoles, con muerte de algunos indios amigos.

Retirose el ejército Castellano, é hizo su alojamiento en medio de dos peñoles tajados, lugar que pareció bastantemente seguro: aqui se curaron y regalaron los heridos, asistiendo á estas operaciones el mismo Teniente General. El dia siguiente tomaron nuestras tropas la marcha para el pueblo de Sacatepequez; pero al acercarse al citado lugar comenzaron á divisar un copioso número de guerreros, armados á su usanza con rodelas, macanas, picas, vara tostada, y muchos con arcos y flechas, y otros con hondas: venían vestidos con pieles de animales y plumas en la cabeza, y dirigiéndose contra los nuestros con gran vocería y descompasados gritos, se aproximaban á ligeros pasos al ejército español. Viendo esto Don Pedro Portocarrero mandó hacer alto y ordenó