altura tal, que deslumbran y admiran al género humano.
Uno de esos picachos admirables de la mentalidad argentina, surgió en la ciudad de San Juan el día 25 de Junio de 1821, y fué bautizado con el nombre de Guillermo Rawson.
De lejanas tierras, del norte del continente que habitamos, vino a nuestro país, en los primeros albores de nuestra organización nacional, en 1818, un distinguido médico norteamericano, doctor Aman Rawson, a quien la mano secreta del destino llevó a contraer enlace con la caracterizada señorita sanjuanina doña María Jacinta Rojo.
De esa conjunción de sangres pertenecientes a razas tan distintas, nacieron dos niños, uno de ellos en verdad extraordinario por su organización cerebral y dotes morales, hijo digno de los mayores príncipes de la tierra, para que hubiera hecho la felicidad de la humanidad. Pero nacido en el pequeño ambiente de una nacionalidad en formación como era la nuestra, su misión ulterior tenía necesariamente que ser más limitada, pero no menos trascendental por sus obras, como sublime por su altruismo.
Este niño, había de resultar una verdadera bendición de la Providencia para los destinos políticos y de la Higiene Pública en nuestro país. Sin duda no fué una suerte para él haber vivido y efectuado su instrucción secundaria y superior en el ambiente sombrío y pavoroso de la tiranía rosista, pero sí para la república que contó en