Página:Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica (1819).djvu/56

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un deber de resignacion y bajeza; besando entonces el homibre con respeto sus cadenas, tiembla exâminar sus propias leyes. Esto sucedió á muchos de nuestros compatriotas (con doler lo decimos) y de ellos compúsieron los tiranos su mayor fuerza. Para oponer á su impetu una obstinada resistencia, todo ciudadano se hizo soldado; el corage se inflama, las espadas se afilan, y el incendio se hace general.

Pero todos creimos que la obrá cadúcaria en su misma euna sin mi Congreso General, que fuese el centro de la unidad, diese el tono á las Provincias Unidas, y'avivase esas semillas de justicia primitiva, que la España habia procurado sofocar. Pero jhay! que de escollos vimos levantarse sobre la discordia hizo resonar su tromnuestros pasos desde que peta entre nosotros misinos, y vino en auxilio de nuestros enemigos! Nada disimulemos. Desde este fatal momento quedaron confundidos el derecho con el interes, el deber con la pasion, y la buena causa con la mala. Los gobiernos se suceden tumultuariamente como las olas de una mar agitada: se instala una Asamblea General que desaparece como el huno: sopla España entre nosotros el fuego de la disension: amontona sobre nuestra opinion las calumnias mas groseras: manda exércitos exterminadores; y los sucesos de la guerra son ya prósperos, yn adversos. : ; poTanto cono era mas fatal nuestra situacion, se hacia mas apetecible ese Congreso Nacional que destruyese el gérmen diseminado de la discordia, y concertase los medios de ner la patria en seguridad. Un gran designio es siempre independiente de los sucesos momentaneos, y sobrepuja á toda la judisciplina de las pasiones. A despecho de tautos embarazos, de tantas trabas, de tantas contradicciones, aparece reunida en la ciudad del Tucuman easi á los seis