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Y

ISONDÚ


Pero debo advertiros que hasta aquel memento el Elefantito no sabía cómo era un Cocodrilo, ni a qué cosa se asemejaba.

Lo primero que encontró fué una Serpiente Pitón, envuelta en una roca. >

— Disculpe Vd. — dijo con amabilidad. — ¿Ha visto Vd. por estos parajes algo semejante a un Cocodrilo?

— ¿Si he visto un Cocodrilo? — respondió la ser- piente con voz llena de desprecio. — ¿Qué me pregun- tarás después?

— Desearía saber de qué se alimentan los Cocodrilos.

La Pitón se desenvolvió rápidamente de la roca y le hizo conocer el latigazo con su cola escamosa.

— Es extraño — dijo el Elefantito. — Todos mis pa- rientes me han pegado a causa de mi insaciable curio- sidad, y presumo que aquí pasará la misma cosa.

Antes de despedirse de la serpiente de las rocas, la ayudó con mucha finura a enroscarse de nuevo, y un poco acalorado, pero no sorprendido, se puso en mar- cha, comiendo melones, hasta que pisó algo que creyó fuera un tronco seco caído a la orilla del Limpopo.

Pero aquella especie de tronco era precisamente el Cocodrilo, y como el viajero vió que guiñaba un ojo, le dijo :

— ¿Ha visto Vd. un Cocodrilo por estos parajes?

El Cocodrilo guiñó el otro ojo y sacó la mitad de la cola fuera del limo; pero el joven, que estaba esca- mado, retrocedió más que ligero.

— Acércate, pequeñuelo — dijo el Cocodrilo; — ¿por qué preguntas esas cosas?

— Disculpe Vd. — replicó el Elefantito, — pero mi padre y mi madre me han vapuleado; lo mismo han hecho mis tíos la Jirafa y el Avestruz, que pueden €o-