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A. RIVERO
 
Acorazado Iowa.

polvareda, echaron manos a los fusiles, ganando rápidamente la salida. Naturalmente, entre los escombros quedó gran cantidad de cartuchos Máuser; y como fué preciso justificar, más tarde, esta pérdida, se inventó la fábula, admitida como episodio, de que dicho batallón, al ocupar posiciones sobre el cementerio, hizo muchas descargas cerradas y con tal acierto sobre los buques enemigos que, sorprendidos y atemorizados, se retiraron a toda máquina.

Poco después del bombardeo, un oficial del Principaao de Asturias me contaba, muy alborozado, cómo las tripulaciones americanas, al recibir la lluvia de balazos, gritaban como demonios. Si hubo disparos de infantería, fueron muy pocos, y sólo para justificar el abandono de cartuchos por razones de fuerza mayor. Lo extraño es que el coronel Camó, hombre viejo y que ceñía el fajín del Estado Mayor, hablase en su parte oficial, concediéndoles capital importancia, de las mortiferas descargas. Aunque con pena, me veo en el caso de consignar, para conocimiento de aquellos cazadores, que ni Sampson ni ninguno de sus tenientes se enteraron de la célebre granizada de balas; tal vez la olvidaron al escribir sus informes que, de otra parte, contienen los más minuciosos detalles.

Batallón de Voluntarios número 1.—Este batallón estaba integrado, en su mayor parte, por españoles peninsulares; pero tenía, sin embargo, entre sus oficiales y tropa, un buen número de portorriqueños, quizá la tercera parte. El 12 de mayo, y al