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CRÓNICAS
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Emilio Chevremont, José Suárez, Sergio Palma y Rafael Cabrera. La tripulación de: bote la componían los matriculados Juan Rubio Rodríguez, Félix Rivera, Pablo Mi- randa, Nicolás Cuervo, José Naguabo y José Rendón. En los momentos en que el combate había llegado a su período álgido, entró en el castillo un grupo de soldados del 3.° Provisional conduciendo los aparatos de la sección helio- gráfica que estaban en Ballajá, los cuales hubo que sacar de allí por temor a que el edificio fuese derribado por el fuego enemigo. Confundido entre los soldados y con alguna cosa sobre sus hombros franqueó, también, la puerta de San Cristóbal, un jo- vencito gaditano y estudiante de bachillerato, en aquellos días, quien aprovechaba la confusión del momento para satisfacer su juvenil curiosidad. Mostrábase muy contento de su hazaña, ob- servando con interés el continuo disparar de los cañones y el aparato de guerra que en todo el castillo se notaba, cuando acertó a pasar por su vera el te- niente González, de la escala práctica, y al verlo de paisano le interrogó si realmente era mi- Teniente coronel D. Luis García Alpuente, gobernador de Vieques, hoy general de brigada. litar. Sobrecogióse el preguntado, y temiendo que le tomasen por espía si decla- raba la verdad, contestó apresuradamente (cuadrándose lo mejor que supo) en sen- tido afirmativo. Miróle el teniente González, y al fijarse en lo abundante de sus cabellos y en su peinado andaluz, le dijo: -Pues, entonces, ahora mismo se va usted a cortar esos tufos y todo el pelo a rape. Y sin decir más lo introdujo en la pequeña barbería del castillo, dejándolo en manos del barbero, un viejo sangrador, el cual, generalmente, hacía llorar a sus parroquianos por la suave manera con que acostumbraba ejercer su oficio. Resigná- base el estudiante a la pérdida de sus cabellos, y cuando el barbero ya blandía las