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CRÓNICAS
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que fué disparado desde una batería del Este-San Cristóbal - y a una distancia de 5.000 yardas. Todo funcionó a bordo perfectamente, excepto la considerable dificultad que ex- perimentamos al atorarse los cañones de ocho pulgadas, cuyos extractores se rom- pieron, y también el aparato para mover la torre de popa sufrió averías, y aunque se repararon, hicieron perder mucho tiempo en el fuego de estas piezas. La conducta de los oficiales y del personal fué excelente. El gasto de municiones fué como sigue: 55 proyectiles de ocho pulgadas; 128 de cuatro pulgadas; 130 de seis libras. Hasta después del primer circuito no se usó otro cañón que el de ocho pulgadas. La eficiencia del fuego fué menor de lo que era de esperarse, debido al fuerte oleaje del Noroeste; resto, no cabe duda, de una gran marejada. Las alzas usadas fueron a 3.500 y 1.500 yardas. Todas las averías experimentadas por el New York, excepto las producidas por el proyectil enemigo, fueron causadas por la concusión de sus propios cañones de ocho pulgadas, que arrancaron parte del techo del puente de proa, banda de babor; la cubierta del proyector de este mismo lado y el salvavidas, también de babor. Es extraordinaria la poca importancia de estas averías, si se tiene en cuenta el fuego incesante a que estuvo sujeto este buque por tan largo período de tiempo. Muy respetuosamente, F. E. CHADWICK, Capitan, U. S. N., Comandante. Los partes oficiales de los otros capitanes de los buques del almirante Sampson pueden encontrarse, cuidadosamente traducidos, en el Apéndice número 5. Como el bombardeo de San Juan fué la operación más importante en Puerto Rico, durante la guerra hispanoamericana, no extrañe el lector el gran espacio que a ella se dedica en esta Crónica. El contraalmirante William T. Sampson publicó en el Century Magazine, bajo su firma, volumen LVII-116, lo que sigue: Los monitores resultaron gravosos y motivo de gran ansiedad. El Amphitrite y Terror tenían tan poca velocidad, que para que hiciesen siete nudos y medio por hora, tuvieron que ser remolcados, uno, por el Iowa, y otro, por el New York. Las máquinas del acorazado Indiana no funcionaban bien; esto, unido a la insuficiencia del carbón que llevaban los monitores, puso a toda la flota en pésimas condiciones de movilidad..... Pensé durante todo el viaje que hubiera sido mucho mejor que estos monitores hubieran permanecido en los Estados Unidos..... Nunca un comandante en jefe fué más atormentado por sus buques..... ¡Qué aprieto si entonces nos hubiéramos encontrado con los buques de Cervera! Por falta de velocidad, los monitores no hu- bieran podido entrar en combate..... Desde algunos días antes de este viaje yo había preparado mi plan para un ataque a San Juan, bajo la presunción de encontrar en aquel puerto a la escuadra enemiga. Si ella salía fuera a encontrarnos, o si llegaba al mismo tiempo que nosotros, todo