Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/18

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
VIII

Un artista de valer, que fué antes soldado de valor distinguido, Rafael Colorado, abandonó todo por venir a mi auxilio; durante muchos días seguimos paso a paso las huellas, aun imborradas, de los soldados españoles y americanos. Subimos al Guamaní y al Asomante; bajamos al Guasio y al Puente de Silva, y, en todos estos sitios memorables, campos, ríos, montañas y pueblos fueron capturados por el lente para llevarlos a mi libro. Sin la ayuda de Colorado, esta CRÓNICA DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA sería un libro áspero, opaco; él lo tornó lúcido, transparente, casi vivo. Gracias debo a este gentil artista que aun palpa sobre su epidermis de amateur y sportsman las cicatrices que labraron, en 1898, los arreos militares.

Mario Brau, el mago del pincel y del lápiz, también puso su mano con inteligencia y con cariño en esta CRÓNICA. Tales favores ni se pagan ni se olvidan.

El pueblo, en general, colaboró conscientemente a mi obra con sus informes, con documentos y con juiciosas advertencias. Yo afirmo haber escrito sólo lo que vi o escuché, y también lo que me consta por documentos auténticos o declaraciones probadas de testigos presenciales, de honorabilidad intachable. Este libro no es una Historia; sus detalles y el hecho de haber tomado parte su autor en los sucesos que narra, lo convierten en Crónica.

Veintitrés años de reposo han templado y casi destruído mis juveniles arrestos. No siento resquemores ni aspiro a levantar ronchas; relato hechos cuyos actores, muchos de ellos, aun viven en Puerto Rico o fuera de la isla. Si alguien, al recorrer estas páginas, se siente mortificado, no me culpe; medite acerca de sus actuaciones en el año 1898, y, entonces, juzgando su conducta y mi labor de cronista, llegará a la conclusión de que la verdad es lo que es, y nada más. Ruin acción es la de mentir, y mentir sería desvirtuar hechos para satisfacer conveniencias o amistades personales.

Detrás de cada hecho, detrás de cada afirmación, queda en mi archivo una carta, una declaración jurada, un report oficial; y, a veces, un simple papelito firmado con lápiz, pero con letra tan clara y legible, que su autor puede ser fácilmente identificado. Muchas cosas íntimas que tengo anotadas no salen a luz; este es un libro de guerra, de re militare, y no un padrón de escándalo ni una gacetilla para solaz de curiosos o desocupados.

Dios pagará el buen deseo de todos aquellos que, después de leer este Prólogo, avancen con ánimo sereno por los capítulos de un libro donde se narran actos heroicos, otros de caballerosas gallardías y no pocas flaquezas de hombres que en aquellos tiempos colocaron su honor por debajo de sus conveniencias.

Villa Manuela, marzo-abril de 1921.

ÁNGEL RIVERO MÉNDEZ.