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CRÓNICAS
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El mismo capitán Sigsbee, después de firmarse el armisticio, produjo nuevos informes, fechas 25 de agosto y 27 de septiembre, detallando al secretario de Marina las averías del Terror y recomendando algunos de sus oficiales por su conducta en aquel combate. Las noticias de las averías del Terror, suministradas por el ingeniero inglés Scott, fueron completamente erróneas.

El 23 de agosto 1898, fondeó en el puerto de San Juan, por segunda vez, el crucero alemán Geier, comandante Jacobsen, cuyo oficial recorrió toda la plaza y sus defensas. Al entrevistarse con el teniente La Rocha, comandante del Terror, éste le hizo la siguiente relación del combate con el Saint Paul, relación que figura en la página 26 del libro que con el título Apuntes de la guerra hispanoamericana, escribiera más tarde dicho marino alemán. Dice así:

A las nueve de la mañana, junio 22, el vigía del castillo señaló un buque sospechoso. El comandante de Marina dio órdenes para que el Isabel II saliese al primer aviso, y al Terror para que se preparase. A las once y media aquel buque se había aproximado algo más y entonces el Isabel salió del puerto. Tan pronto fué visto por el enemigo, éste izó bandera de combate y esperó.

El Terror recibió órdenes de acudir en auxilio del Isabel. Mi buque, que se había separado del resto de su escuadra en la Martinica, no había podido recobrar sus mayores cañones, que habían sido transferidos al María Teresa, a fin de tener más espacio disponible para carbón; no teníamos otro armamento que los torpedos y dos cañones de 55 milímetros con muy pocas municiones.

El Isabel rompió fuego contra el Saint Paul a una distancia de 10 a 12.000 metros; como el máximo alcance de mis cañones era de 4.000, yo no podía ayudar al Isabel si permanecía cerca de él. Por tanto, di órdenes de poner proa al Este para no entorpecer el fuego de dicho buque, que era dirigido al Norte. Cuando llegamos a paraje descubierto y con mar libre al frente, me lancé recto contra el Saint Paul a una velocidad de 20 a 21 millas.

El enemigo que, hasta ahora, había estado disparando contra el Isabel, dirigió al Terror fuego rápido con todas sus baterías, la más baja de las cuales parecía tener 8 cañones y 10 ó 12 la más alta. A 4.000 metros abrimos fuego, con el único objeto de mantener el espíritu de la tripulación durante el tiempo que faltaba para lanzar los torpedos; nuestro fuego fué muy seguro. Al primer disparo vi cómo un proyectil alcanzaba al enemigo en el timón y otros también hicieron blanco. Mis hombres estaban locos de alegría. Nos habíamos aproximado a 1.200 metros y estábamos a punto de lanzar un torpedo, cuando el destróyer comenzó a girar sobre estribor, y aunque puse timón a la banda mi buque continuó girando. Entonces ordené parar la máquina de este lado, pero el Terror siempre se tumbaba.

En este momento me avisaron que un proyectil había hecho explosión contra el puente, destruyendo los guardines del timón y también el telégrafo; el buque, por tanto, seguía los movimientos de la hélice y no era manejable por el servomotor. Ordené se usase la rueda de mano del timón, pero como estábamos muy cerca del enemigo, algunos proyectiles nos alcanzaron; uno atravesó la banda de babor y ex-