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CRÓNICAS
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repentinamente ^ terminó de igual manera. Después que el chaparrón hubo descargado sobre el Yosemite i; siguió su curso hacia el Oeste^ lo primero que divisamos fué el casco de un buque que emergía de la negra muralla formada por el aguacero, j; poco después apercibimos^ claramente un gran buque de vapor que hacía rumbo al puerto.

Parece que el Antonio López, durante la noche anterior, se fué más allá del puerto, ^ al amanecer viró con la intención de enmendar su yerro. El Yosemite en el acto le lanzó un proyectil a través del puente para que parase, lo que desde luego no hizo, y entonces dio principio el combate, a una hora que, si no recuerdo mal, sería la de las cinco y treinta de la mañana. Cuando el Antonio López compren- dió que no tenía tiempo de ganar la entrada, torció el rumbo, y a toda máquina se fué sobre la playa, encallando en ella, mientras nosotros, le seguíamos lo más cerca posible, sin dejar de hacerle fuego con todas las baterías de a bordo.

En aquellos momentos notamos que algunos proyectiles, al pare- cer de gran calibre, caían en las inmediaciones del Yosemite, lo cual nos hizo notar que el castillo del Morro nos estaba haciendo fuego. Una granada disparada desde este fuerte pasó a través de nuestro puente, siguiendo una trayectoria muy rasante, y usted puede formarse idea exacta de lo cerca que pasaría dicho proyectil cuando sepa que en el acto se ordenó a todos los oficiales, que estaban en cubierta, que se tendiesen sobre el puente boca abajo, como si fuesen musulmanes haciendo sus plegarias en la Meca.

A veces he pensado que muchos de los proyectiles que en aque- llos momentos pasaron sobre el Yosemite tal vez fueron disparados por algunos de los grandes cañones del Morro emplazados en el puen- te de algún cañonero español, porque esos disparos salían de detrás de la altura en que dicho castillo está edificado. '

Todo esto era demasiado para nosotros, y el Yosemite, que era un buque no protegido, navegó rápidamente hasta ponerse fuera de tiro; y como serían las ocho de la mañana, se sirvió el desayuno. Tal vez usted no sepa que el Yosemite era un vapor de carga, convertido en crucero auxiliar y perteneciente a la línea Morgan; su nombre an- terior era El Sud, y su única protección consistía en una faja de tres pulgadas de espesor en la parte alta de la cámara de máquinas y ocho o diez pies de carbón en las carboneras altas resguardando las calderas.

Después del desayuno, el capitán Emory me llamó al puente, y juntos estudiamos las probabilidades de un segundo ataque contra el

' El Morro sólo disparó dos veces. El Isabel II y el Concha, con sus cañones de 12 centímetros, al iniciarse el combate, hicieron fuego desde la boca del Morro y al resguardo de este castillo. No es extra- ño que la dotación de este buque creyese que tales disparos provenían del castillo del Morro.— N.dll A>