Nuevamente el comandante del Massachusetts se negó a contravenir las órdenes del secretario de Marina. Terminó la conferencia, y el generalísimo, sin pronunciar una palabra más, retornó al Yale mientras el acorazado lo despedía con una salva de 15 cañonazos.
Al otro día, 24 de julio, a las nueve y media de la mañana, el general Miles telegrafió por señales a Higginson el siguiente mensaje:
Al capitán Higginson.—General Miles desea, si es posible, envíe como avanzada cualquier buque que pueda separar, al puerto de Guánica y que reporte rápidamente; se supone no haya fortificaciones ni torpedos. Si lo encuentra defendido, que reporte a Cabezas de San Juan. Es más importante desembarcar en Guánica que en las Cabezas. Si podemos desembarcar en Guánica, yo tengo bastantes tropas para tomar el puerto de Ponce y resguardar sus buques allí. Todo esto puede realizarse por el desembarco en el Sur. Puedo enviarle, si usted lo desea, al capitán Whitney, quien estuvo en Ponce en el mes de junio.
El comandante de la flota, al recibir orden tan precisa, contestó en la siguiente forma:
«Muy bien. Iremos a Guánica.»
Cambio de rumbo.—Después del mensaje anterior el capitán Higginson telegrafió al crucero Dixie la orden siguiente: