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CRÓNICAS
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casi todas las balas cayeron en aquella zona peligrosa; entre las dos descargas salí de la cuneta, poniéndome a cubierto y llamando a mis 12 hombres. >> Algo atrás hacia Guayama venían algunos soldados de la compañía C, con los tenientes Alexander y Reynolds; yo les grité que retrocedieran a cubierto de la pró- xima altura, puesto que de seguir tenían que cruzar un espacio peligroso, directa- mente batido; retrocedieron y los perdí de vista, quedándome con cuatro oficiales y 12 soldados detrás de la casa. El fuego fué dirigido, entonces, unas veces al ca- 96 El Mayor general Frederick Grant y su Estado Mayor en Guayama. mino y otras más allá, siendo ahora cuando ocurrieron las bajas. Trataba de comu- nicarme con el coronel Coit y los que estaban dentro de la casa, cuando oí gritar al citado jefe: «¡No se retiren los soldados! (Do not retreat men!)» Yo pensé en aquel momento que él hacía referencia a los que me acompañaban, y le respondí que no hacía eso; pero después he sabido que él se dirigía a la fuerza que estaba a retaguar- dia de nosotros, y que todavía seguía retrocediendo.>> El coronel Coit y sus compañeros salieron de la casilla por detrás, y unidos al capitán Walsh y a sus hombres, emprendieron la retirada, disponiendo el transporte de los heridos. En aquellos momentos, un grupo de guerrilleros españoles descen- dían loma abajo, por lo cual el último reunió alguna gente, y, resguardado del te- rreno, rompió fuego de fusil, que duró pocos minutos. La fuerza, que había retrocedido, a todo correr, entró en Guayama, presa de la