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A. RIVERO
 

truídos, y entonces el capitán Walsh resolvió seguir en su reconocimiento hasta aquel paraje.

Como 900 metros antes de llegar a dichos puentes encontraron a la izquierda, y sobre una pequeña altura, una casilla de peón caminero (construída, como todas las de su clase, con fines militares), de fuertes paredes de cantería y ladrillo y con ventanas en sus cuatro frentes. Como desde esta casa, y, al parecer, sin riesgo, podía observarse las posiciones del Guamaní, resolvieron subir a ella todos los expedicionarios.

Casilla de peón caminero.

«Era la una y veinticinco de la tarde, habiendo empleado cinco horas en recorrer cuatro kilómetros y medio», dice el capitán Walsh en su informe oficial.

El coronel Coit, comandante Dean, teniente Boardman, Luzunaris, un cabo y tres soldados, fueron los primeros en llegar; inmediatamente aparecieron el capitán Walsh, 12 hombres con cuatro caballos de la diestra, dos campesinos y los tenientes Darrach, Modie y Grandstaff. Al detenerse todo el grupo, y cuando el coronel Coit y sus compañeros subían los pocos escalones desde la carretera conducen a la casilla, sonó una descarga muy nutrida, poco después, otra, viniendo de las lomas; una lluvia de balas cayó sobre los expedicionarios, rebotando en las piedras del camino.

Los compañeros del capitán Walsh se refugiaron dentro de la cuneta de la derecha, que era la más expuesta; pero aquél y sus tenientes lo hicieron en la de la izquierda. «Ambas descargas (escribe el jefe de la expedición) fueron bien dirigidas, y