noticia de que el combate se había iniciado, entre el camino de Cabo Rojo y el puente de hierro, llamado de Silva [1].
Las cornetas tocaron generala y cada fuerza ocupó su puesto, saliendo, después, toda la guarnición hacia el cerro de las Mesas. El coronel Soto, a caballo, no paró un momento, acompañado de sus ayudantes (un capitán de ingenieros y el jefe de Orden público, que no tenían puestos en las filas). Toda la columna escaló la altura del cerro ya citado, y allí emplazó sus dos cañones el teniente Olea; poco después, el mismo coronel envió otra compañía, capitán Florencio Huertos, en auxilio del escalón avanzado y situó la quinta compañía, capitán García Cuyar, en la loma de las Piedras, hacia Hormigueros, como reserva, entregando todo el escalón de combate (tres compañías y dos guerrillas) al comandante Jaspe; el jefe del batallón, Osés, quedó en lo alto
del cerro con la artillería y el resto de la fuerza veterana y voluntaria. Soto volvió a la plaza y entró en el Telégrafo, ansioso de oír alguna palabra de Santa Catalina, cuartel general del gobernador Macías. El silencio continuaba; regresó a la citada loma para empujar el escalón de reserva, toda vez que había llegado un aviso de Torrecillas pidiendo refuerzos con urgencia. No encontró allí un solo soldado, y creyendo que el comandante Jaspe se había corrido hacia el lugar del combate subió a las Mesas, donde vió reunida toda la fuerza; como increpara al comandante por haber abandonado su puesto, éste le contestó que «lo había hecho por orden del mismo Soto, comunicada por Suau.»
Nunca he podido dilucidar este punto de controversia entre ambos jefes—muy poco amigos—; sosteniendo, Soto, que no dió ni pudo dar tal orden, ni vió a Suau desde la mañana; y Suau, jurando que Soto, en persona, le comunicó la orden de retirada. Entre discusiones de agrio tono, a campo raso, que trascendieron a la tropa,
- ↑ Véase el plano de este combate.