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A. RIVERO
 
Casa de Gerardo González, donde se rindieron el teniente coronel
Osés y el teniente Hernández.

después, cada cual buscó refugio donde pudo, unos en la maleza y otros en las casas cercanas. Osés y Hernández se dirigieron a la de un campesino, y como estaban hambrientos, mandaron preparar algún refrigerio. Humeaba sobre la tosca mesa una cazuela de arroz con pollo, y en alto ya las cucharas, invadió la casa un grupo de soldados enemigos que, ordenando «hands up», capturaron a los dos oficiales, a quienes por lo demás se permitió consumir su pitanza, que compartió con ellos, más tarde, Eduardo Lugo Viña, jefe de los escuchas del general Schwan.

He dicho que la mayor parte de la fuerza española cruzó el río Guasio por el vado Zapata; después subieron por un camino de cabras, barrio Perchas, hasta la casa de Oronoz, donde se les incorporó Suau, siguiendo todos a Lares, adonde llegaron sin novedad.

No debo omitir que tan pronto como la sección de montaña cruzó el río, el teniente Olea emplazó sus dos cañones en una loma que dominaba el paso; y allí, aunque sin hacer fuego (porque no recibió órdenes para ello), esperó media hora, tiempo bastante para que los soldados y voluntarios que huían se reorganizaran, restableciéndose la disciplina. Al siguiente día, muy temprano, este mismo teniente, con unos pocos artilleros, volvió al Guasio, se arrojó al agua, y después de mucho trabajo, recuperó las ruedas perdidas el día anterior.

Volvamos ahora al campamento de la brigada Swan, donde dejamos al sargento Stephen lamentándose de su mala suerte, y recordando tal vez «cierto vals que bailó con alguna persona algunos meses antes». Para mayor exactitud de este relato, copiaré algunos párrafos de la carta oficial que con fecha 22 de agosto dirigió el general Schwan a su jefe de Estado Mayor J. C. Gilmore:

«Dear Sir: ..... destacamentos del escuadrón de caballería salieron de Mayagüez en la tarde del 11 hacia los dos caminos que conducen a Lares; el de la derecha, hacia el Oeste, fué seguido por algún tiempo; pero cierta información, al parecer verdadera, señaló el grueso principal del enemigo por el otro camino, hacia el Este, que conduce al pueblo de Maricao. Esta fuerza española marchaba rápidamente, llevando su impedimenta a lomo de mulas; también llegó noticia de que tropas enemigas, en número considerable, y de diferentes lugares, incluyendo Aguadilla y Pepino, estaban llevando a cabo una concentración para atacar mi comando [1].

  1. Los jíbaros que dieron estos informes demostraron tener mayores conocimientos de estrategia que el coronel Camó. Esta concentración no se hizo ni se ordenó; pero fué lo que pudo y lo que debió hacerse. N. del A.