de la mañana, y entonces Suau dijo que él era práctico en aquellos sitios, y que conocía otro paso, el de Zapata, que por estar aguas arriba de la desembocadura de un afluente, sería de fácil paso, y seguidamente toda la fuerza marchó hacia el nuevo vado, siguiendo la orilla del río.
A esta hora el capitán Bascarán, a caballo, se dirigió al pueblo de Las Marías, en donde entró, encontrándose de improviso, y al revolver una esquina, con la caballería enemiga del teniente Valentine. Uno y otro aparecieron sorprendidos; pero muy pronto el teniente dio órdenes para que un pelotón capturase al valiente guerrillero, y varios jinetes, sable en mano, galoparon hacia él. Bascarán volvió grupas, y a todo correr por aquellas resbaladizas veredas, ganó gran trecho a sus perseguidores, y bajando la loma de la Maravilla se incorporó a sus guerrilleros, a los cuales emboscó a media ladera, y desde allí, más tarde, tiroteó a las avanzadas americanas, pudiendo asegurarse que las pocas bajas sufridas por éstas fueron causadas por dicha guerrilla, la cual permaneció después del combate oculta y a retaguardia de los soldados americanos, y por la noche cruzó silenciosamente el Guasio, incorporándose a las tropas españolas, que se habían retirado.
La columna Oses llegó al paso de Zapata, y tampoco pudo cruzarlo, por lo que se vio precisada, nuevamente, a vivaquear en la orilla del río. Había cerca una pequeña casa, y a ella fueron muchos soldados, encendieron lumbre y prepararon algún café, esperando, mientras se desayunaban, el descenso de las aguas. Una hora más tarde la corriente fué menos rápida, y después de cuidadoso reconocimiento, el jefe de la columna ordenó la marcha, vadeando el río; comenzó el movimiento, sosteniéndose mutuamente infantes y jinetes, y todos en fila india. Ya había cruzado la mayor parte de la columna, y sólo restaba hacerlo a una parte de la compañía del capitán González, que mandaba la retaguardia, cuando sonaron algunos cañonazos seguidos de tiros de fusil; era el enemigo, quien, situado en la loma de la Maravilla, ametrallaba a los de abajo, a medio tiro de Máuser.
La confusión, rayana en pánico, fué grande; la mayor parte de la retaguardia, con las guerrillas montadas en cabeza, se echó al río, cruzándolo y ocultándose entre la arboleda de la otra margen; un mulo de ruedas de la sección de artillería, herido de bala, desapareció entre las aguas; muchos infantes nadaban agarrados a las colas de los caballos.
El teniente coronel Suau, jefe de Voluntarios, picó espuelas, y con dos Guardias civiles de caballería y el guerrillero, también montado, Graña, como guía, galopó agua abajo, y, arrojándose al río, lo cruzó e internóse en las lomas, llegando sin novedad al otro lado. Oses, y el segundo teniente Lucas Hernández, que mandaba la extrema retaguardia, reunieron alguna gente, y arengándola, contestaron con sus Mausers al fuego del enemigo; este tiroteo duró poco más de un cuarto de hora;