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Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/381

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CRÓNICAS
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risa, si éste se hubiese presentado de improviso, llevando entre sus manos una buena cantidad de comida apropiada para un ser humano.

Una vez más, al desembarcar, perdimos de vista el roastbeaf en lata...

Después de cesar las hostilidades comenzamos a recibir nuevamente carne americana en vez de la del país.....; olía mal antes de cocerla y además era rígida e insubstancial; tenía un olor fétido que no recordaba otro olor de la tierra; nuestra lista de enfermos se duplicó.

No terminaré esta narración sin traer al texto algunas reflexiones de Karl Stephens, verdaderamente notables, toda vez que fueron impresiones recibidas en los primeros días por un soldado que tomó parte activa en la guerra:

Todos los americanos comenzamos a estudiar español y todos los portorriqueños el inglés. Medidas muy estrictas se tomaron por el brigadier comandante para prevenir intentos de conducta desordenada entre los soldados, porque estos héroes, coronados de laureles, bajo la influencia de un ron barato y medianejo que se elaboraba en el país, sentían, muchas veces, ardientes deseos de reanudar la guerra, pero no hubo mucha dificultad en mantener cierto grado de decoro que pareció bastante aceptable.

Las mujeres, en Puerto Rico, o son muy lindas o son muy feas; no hay término medio. Los hombres ni se embriagan ni maltratan a sus esposas; no se ocupan de negocios a la hora de comer ni a la de dormir; no profieren juramentos y otras palabras profanas y demuestran, en resumen, más interés por un soneto que por el precio de un barril de tocino.

Para hombres y mujeres, en Puerto Rico, la vida es una rosa, un cigarrillo, un cantar, una risa, un beso y un..... mañana..... [1]

MEMORÁNDUM DEL GENERAL SCHWAN
Pitts Field, Mass., julio 25, 1921.

Capitán Angel Rivero.

San Juan, P. Rico.

Mi querido señor: Recibí ayer su atenta carta, julio 12, en este sitio veraniego, el cual está a considerable distancia de mi casa en Wáshington, de mis libros, mapas, etc. Por esta razón, y debido a los muchos años transcurridos desde que ocurrieron los acontecimientos que usted va a narrar, me encuentro imposibilitado, en estos momentos, de facilitar a usted una fotografía mía o de darle cualquier información obtenida por otros medios, excepto los incidentes que a continuación le contaré. De todos modos, tendré mucho gusto en enviarle el retrato al regresar a mi casa, a principios de septiembre, y también, de ser posible, aclararle cualquier punto sobre el cual usted tenga dudas o ignore, siempre que esto no retarde la publicación de su obra.

  1. Este sargento Karl Stephens es, actualmente, un opulento banquero, habitante en Boston.—N. del A.