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CRÓNICAS
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Realmente, Veve, Prisco y demás caudillos del movimiento, ignoraban entonces y tal vez ignoran todavía, el peligro en que estuvieron sus vidas en la noche del 5 de agosto. Apellániz, jefe enérgico y de brillante historia, nacido en Puerto Rico, al sa- ber lo ocurrido en Fajardo, reunió todas sus fuerzas montadas, y, a pesar de su an- tigua amistad con el doctor Veve, resolvió capturar a éste y a todos sus auxiliares. A punto estaba de emprender la marcha, a la cabeza de su columna, cuando recibió un telegrama del coronel Camó, en el que le ordenaba desistir del movimiento, de- jándolo para mejor oportunidad. Esta noche transcurrió entre alarmas y sobresaltos, y, seguramente, muchos ha- bitantes de Fajardo no habrán olvidado todavía aquellas horas de dudas y temores.

Fajardo: La Sardinera», mansión palacial del Dr. Santiago Veve.


Al siguiente día, 6 de agosto, llegó un propio, Frasquito Trinidad, quien entregó a Manuel Camuñas, secretario de las Cámaras insulares, y quien hasta entonces había permanecido a la expectativa, un papel conteniendo lo siguiente: «Mucho cuidado y estén alerta; numerosas fuerzas de infantería y caballería y yo creo que hasta con cañones, se están organizando para caer sobre esa población; avisa a Santiago Veve y a Prisco Vizcarrondo que escapen si no tienen bastante protección de los ameri- canos, porque sus cabezas corren peligro.-Tuyo, Pepe.» ¹ Camuñas avisó a Veve, Veve a Vizcarrondo, éste a los pocos que quedaban de su milicia ciudadana y así, a poco tiempo, la noticia fué del dominio público. Aquello fué un sálvese quien pueda. Todos los habitantes se echaron a la calle; los que tenían coches o caballos los utilizaron para huír a la Ceiba y a otros pueblos y barrios; al- gunos se refugiaron en fincas cercanas, y los más pobres, más de un millar, se diri- 1 Este Pepe, que firmaba el aviso, era José G. del Valle.-N. del A.