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Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/42

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A. RIVERO
 

Presidente Mac-Kinley, para que él y su Gobierno, de modo imprevisto, resolvieran capturar a Puerto Rico.

El día 10 de marzo de 1898, y cuando el pueblo norteamericano estaba en el más alto grado de exaltación por el desgraciado accidente ocurrido al Maine, el doctor Julio J. Henna, portorriqueño ilustre y sabio médico, que residió y reside en Nueva York, se encaminó a Washington, visitando allí al Senador por Massachusetts, Mr. Lodge, a quien habló de llevar la guerra a Puerto Rico si estallaba el conflicto hispanoamericano, como todo inducía a creerlo. Lodge oyóle con interés, y le aconsejó visitase a Teodoro Roosevelt, en aquella fecha Subsecretario de Marina. Roosevelt, carácter impetuoso y aventurero, recibió afablemente al doctor; leyó la carta en que el senador Lodge se lo presentaba, y escuchó las sugestiones y probabilidades de una favorable campaña en esta Isla.

Roosevelt pareció complacido, y confidencialmente declaró que él, encargado de toda la preparación de la probable guerra, no había pensado en Puerto Rico.

«No hemos concedido a su isla un solo pensamiento, ni tengo un solo dato sobre ella. Todas nuestras actividades están reconcentradas en Cuba, futuro teatro de las operaciones.» Éstas fueron sus palabras memorables. El doctor Henna, que poseía por su ilustración y otras bellas cualidades el arte de persuadir, habló largamente; supo halagar al futuro coronel, pintándolo como el hombre escogido por Dios para llevar a todo un pueblo las bendiciones de libertad, progreso y prosperidad. Leyó después un luminoso informe sobre las fuerzas españolas en Puerto Rico, su armamento, parques, caminos, puentes y ferrocarriles; añadiendo que, caso de una invasión, si a ella cooperaban él y sus amigos, el país en masa iría alzándose contra el Gobierno de España, a la vanguardia de las fuerzas americanas.

El Subsecretario de Marina, levantándose, echó el brazo por la espalda al doctor, y le dijo: «Usted es el hombre que nos hacía falta; Puerto Rico ocupará desde hoy lugar preferente en los planes de guerra que estamos preparando.» Llamó a los jefes de Marina, Clover y Driggs, y a una taquígrafa, quien tomó notas de la conferencia, y todos oyeron de nuevo al doctor Henna. Años más tarde, alguien pudo leer una copia de tan notable documento.

El doctor Henna y Roberto H. Todd, Presidente del Club Separatista Rius Rivera, de Nueva York, visitaron nuevamente a Roosevelt, al mismo Presidente MacKinley y a otras personas prominentes, insistiendo siempre en sus proyectos. Roberto Todd informó durante una hora ante el Comité de Guerra, presidido por Roosevelt. El mismo Presidente manifestó, otro día, a los Sres. Henna y Todd, «que él estaba tan interesado por Puerto Rico que, si la guerra se declaraba, el Ejército de los Estados Unidos operaría contra esta isla».

Pero ni Henna ni Todd triunfaron en sus deseos, constantemente expresados, de que ellos y otros prominentes portorriqueños residentes en los Estados Unidos tomaran parte activa en la invasión, formando parte del Estado Mayor, y con autoridad