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A. RIVERO
 

Almirante Scheiey. — (Dirigiéndose al General Brooke.) Pídales que me envíen esas proposiciones mañana, a las tres de la tarde, al Hotel Inglaterra. General Ortega. — Estamos conformes en hacer lo que se desea.

La Comisión conjunta levantó la sesión, hasta el 14 de septiembre, a las nueve y treinta minutos de la mañana.

Como el general Ortega fué una figura de gran realce, en Puerto Rico, durante la guerra, copio del acta correspondiente a la tercera sesión, celebrada el día 14 de sep- tiembre, lo siguiente:

General Ortega. — Con respecto a la artillería fija, deseo ahora expresar mi opi- nión. Yo quisiera saber hablar inglés, para manifestar a ustedes mis pensamientos, mis ideas y cuanto siento en estos instantes. Yo ruego que, por un momento, uste- des, señores comisionados, se pongan en nuestro lugar, y, entonces, estarán en con- diciones de interpretar lo que voy a decir.

Yo tengo que sostener aquí que San Juan no es una plaza tomada por la fuerza de las armas: soy el Gobernador de esta plaza, y hablo más bien como Gobernador que como Comisionado. Es una costumbre de la guerra que, cuando una plaza es tomada por asalto, todo cuanto existe en ella pertenece al conquistador; no aconte- ce así en las poblaciones que son cedidas por un Tratado, o que capitulan, des- pués de haber sido atacadas, pero no tomadas. En estos casos las tropas salen de la ciudad con sus armas, equipos y pertenencias. Si una plaza es asaltada, la artille- ría queda a merced del vencedor; pero cuando no ha sido asaltada ni tomada, sino cedida, la artillería y todo el armamento pertenece a los soldados que demostraron valor bastante para mantener y preservar el honor de sus armas.

Todo esto, quizá, no tenga importancia material; pero ello es para mí una cues- tión moral y de honor, a la que doy importancia suprema. Yo quisiera que mis pa- labras fueran bien interpretadas; pero fehzmente el almirante Scheiey entiende el español, y a él ruego que explique mis conceptos, y tal vez lo haga mejor que yo, para que conste que tal cosa no puede hacerse porque es contraria a las costum- bres, a los derechos y leyes de la guerra.

Deseo que ustedes mediten sobre lo que acabo de decir, y que piensen en ello con calma; que se pongan en mi lugar, y verán entonces que tengo razón en todo lo que he dicho. Lo dejo todo al buen criterio de ustedes, añadiendo únicamente que esto no es un asunto material, sino puramente moral.

Almirante Scheiey. — (Explica a sus compañeros de Comisión el verdadero senti- do de las manifestaciones del general Ortega.)

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