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A. RIVERO
 

ocurriese abrir su kodak para destruír el cuerpo del delito. Al siguiente día y acompañado del doctor del Valle, fué llevado por el juez militar de so causa a un taller fotográfico, y una vez desarrolladas las placas, aparecieron vistas excelentes de las mejores baterías, mostrando todos sus detalles.

Como Halstead era súbdito inglés, se trató de conseguir la intervención de su

cónsul, Jorge Finlay, a lo que éste se negó, manifestando «que todo el que viola la ley debe atenerse a sus consecuencias». El de los Estados Unidos, Philip C. Hanna, estuvo presente en ciertos trámites del proceso, pero solamente para garantizar la intervención del súbdito del Valle.

Conducido el prisionero a la Cárcel Provincial de Puerta de Tierra, continuó el sumario, actuando como juez instructor el teniente coronel Mayor de Plaza, Francisco Figueroa, auxiliado por el sargento Paulino Sanjoaquín, que hacía de secretario. Aunque preso y muy vigilado, siguió Halstead enviando interesantes cables a su periódico, valiéndose de diferentes ardides. Como no estaba incomunicado, su amigo del Valle lo visitaba con bastante frecuencia; durante las visitas acontecía que a éste