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A. RIVERO
 
A . R I V E R o 

dos por aquellas turbas desenfrenadas, a fin de que el horror al pasado sirva de sa- ludable lección en el porvenir.

No fué Puerto Rico quien tales desmanes cometiera; fueron unos pocos hombres, varios centenares tal vez, y sobre ellos, únicamente, debe recaer la condenación de los historiadores.

Cuando las tropas españolas evacuaban la Isla, reconcentrándose en San Juan, todos los pueblos, y hasta los habitantes de los campos, las despidieron entre víto- res y flores; cada vez que un transatlántico, abarrotado de soldados, zarpaba del puerto, las multitudes, agitando pañuelos y banderas, lo seguían por el Campo del Morro, hasta perderlo de vista. Pasada la guerra, y calmadas las pasiones, sólo se vio en aquellos soldados valerosos y sufridos la representación genuina de los com- pañeros de Ponce de León, que rescataron esta isla de manos de indios primitivos,, plantando en ella la Cruz del Salvador, y extendiendo por lomas y valles las bendi- ciones del Cristianismo, y los esplendores de refinada cultura y civilización, que aún conservamos, aumentados, y de que nos sentimos justamente orgullosos.

El general Maclas, al tener noticias de tan criminales sucesos, dirigió al general Brooke dos comunicaciones, que se estampan a continuación:

GOBIERNO GENERAL

DE LA

ISLA DE PUERTO RICO

Excelentísimo señor:

La perturbación consiguiente al estado de guerra que hemos atra- vesado ha traído consigo la natural excitación de pasiones contra es- pañoles establecidos en la Isla hace muchos años, donde poseen inte- reses, hacienda p comercio dignos de respeto "^ protección.

En Barceloneta, Lares, Ponce, Ma^agüez ]; otros pueblos han sido los comerciantes j; propietarios españoles objeto de serias amena- zas ; aun de saqueos, que han puesto en gran riesgo sus vidas j han destruido en parte sus intereses, indudablemente sin conocimiento de las autoridades regulares americanas, porque de otro modo esto]) se- guro de que habrían evitado, como evitarán seguramente en lo porve- nir, nuevos desmanes en perjuicio de los aludidos intereses.

Mi Gobierno me ha ordenado velar por los americanos, p así lo efectúo, no permitiendo el más pequeño desmán contra ellos.

En justa reciprocidad, ^o espero de V. E. que se servirá dictar sus órdenes para que las personas y bienes españoles en territorio ocupado por las tropas de su digno mando se hallen protegidos cual correspon- de, toda vez que ya han sido objeto de abusos y tropelías en algunos pueblos.