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Yate presidencial Mayflower.


CAPITULO XXVII
PARTIDAS DE BANDOLEROS QUE INFESTARON LA ISLA


OMO algunos pueblos, al ser evacuados, en la fecha acordada, por

las fuerzas españolas, quedasen sin guarnición alguna ni policía bastante que los custodiase, surgieron en gran parte de la Isla nu- merosas partidas de ladrones y de incendiarios. No guiaba a estos hombres, excepto en contados casos, el deseo de represalias, ven- ganzas políticas ni otro fin de auxilio a la invasión americana, ni razones algunas justificables en el período de postguerra; fué un acto de vergonzoso bandidaje, en que isleños, peninsulares y portorriqueños, fueron muertos, robados y vejados, y también sus esposas y sus familiares. En el Diario de la Guerra podrán encontrarse detalles de estos sucesos, que, en parte, fueron atajados por ambos gene- rales, Macías y Miles. Meses después murieron en garrote vil, en Ponce, cuatro forajidos, que así paga. ron sus crímenes; otros han fallecido de muerte natural, y algunos viven aún señala- dos por la opinión pública y fiscalizados por sus propias conciencias. Ellos y otros, si realmente hubiesen sido separatistas, pudieron levantar el país en armas, cuando lo pedía el doctor Betances, y acorralar las tropas españolas antes y después de la invasión, auxiliados por el bloqueo de la Isla; pero les fué más fácil tarea teñirse las caras con negro humo (los tiznados fué el nombre que les dió el pueblo), y cayendo sobre gentes y caseríos indefensos, realizar sus fechorías; y como este es un libro escrito por un hombre que no tiene miedo a la verdad, es por lo que aquí se condenan, y nunca con suficiente dureza, los actos vergonzosos realiza-