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A. RIVERO
 

Respecto a la disposición de nuestra tropa, el general Ortega puede fiar en nos- otros; nos proponemos, en cada caso, asumir la responsabilidad de nuestros actos, y en conexión con esto yo deseo leer un memorándum que he escrito.

General Brooke, (Leyendo un documento.) — He recibido una queja de dos es- pañoles residentes cerca de Gales, Jenaro Seguí y Antonio Márquez, afirmando que una partida sediciosa de nativos había robado y quemado sus propiedades. Hay una fuerza de la Guardia civil que, de acuerdo con el mapa que aquí tenemos, está más cerca de aquéllos que las tropas de los Estados Unidos. Dichos caballeros me han dicho ayer tarde, cuando hablaron conmigo, que la Guardia civil de Gales había de- clinado toda acción referente a los actos que se denuncian. Por eso yo les di una carta, dirigida al comandante de mis tropas en Utuado, ordenándole que arrestase y pusiera en prisión a todos los que habían cometido tales ultrajes, y yo estaré al cui- dado de que las autoridades civiles de aquella población castiguen tales actos; si ellas no lo hacen, yo intervendré.

Pero no puedo entender por qué la Guardia civil de Ciales no intervino, cuando estaba más cerca que nuestras tropas. Puede que haya alguna línea jurisdiccional que limite las funciones de cada puesto, aunque creo que en estos tiempos deben desaparecer tales barreras. El general Miles me dijo que el terreno neutral, entre las avanzadas de ambos ejércitos, debía ser vigilado de común acuerdo, y, por tanto, cuando él dejó el mando y yo lo tomé a mi cargo, siempre tuve presente aquella advertencia y siempre pensé que la Guardia civil española tomaría acción sobre cualquier ofensa que llegase a su noticia, aun cuando para ello necesitase atravesar nuestras líneas, toda vez que ellos podían tener conocimiento de los sucesos antes que nosotros.

Por tanto, ejerceré, como lo he hecho en este caso, jurisdicción sobre todo el país y sobre sucesos que pudieran ocurrir en el mismo pueblo de Ciales, haciendo indagaciones y aprehendiendo a los instigadores de hechos contrarios a la ley y también a toda la banda, poniéndolos bajo el rigor de los Tribunales. Si la Guardia civil de ustedes hace arrestos en lugares que estén próximos a ser evacuados y me entrega sus prisioneros, acompañando un atestado de sus delitos, ustedes pueden estar completamente seguros de que yo haré justicia.

Deseo manifestar a estos caballeros de la Comisión española, para que lo entien- dan bien, que esta Comisión que yo presido no ha venido aquí para tolerar ofen- sas o faltas de humanidad en forma alguna. Todo bandido, todo asesino, todo ladrón o cualquier persona que desobedezca la ley, recibirá su pronto castigo, a ma- nos nuestras, en la misma forma que lo hubiera recibido del Gobierno español.

El Capitán general de Puerto Rico, pocos días después de suspenderse las hosti- lidades, en virtud del armisticio, había publicado la siguiente proclama: