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A. RIVERO
 

Sólo añadiré a lo anterior algunas notas que conservo. La partida que entró en San Germán estaba capitaneada por Eduardo Lugo Viña, y le acompañaban, entre otros, Nito Guzmán; un tal Comas, de Cabo Rojo; Acevedo, de Sabana Grande; Antonio Biaggi, Celedonio Carbonell y Eugenio Taforó; eran alrededor de 70, casi todos montados, y su armamento consistía en fusiles Remington, de los abandonados por los Voluntarios de Sabana Grande; otros que llevaban machetes se dirigieron al cuartelillo de la Guardia civil, y allí tomaron algunos fusiles. Los que subieron al Municipio, destituyeron al alcalde Ramón Quiñones, nombrando en su lugar a Félix Acosta, y confirmaron en sus puestos a todos los demás empleados municipales, disponiendo que se quitasen del salón de actos el dosel y retratos de los reyes de España.

Además de los dos prisioneros indicados, las fuerzas de la Guardia civil aprehendió, por sospechas de que hubiesen formado parte de los revoltosos, a José Hernández, Juan de la Cruz, Luis García, Sinforoso González, Juan Martínez y Nicolás Cadilla.

La primera noticia que tuvo el coronel Soto de los sucesos de San Germán la recibió, personalmente, del juez Freytas, de aquella población, que había sido detenido al principio, y conseguido después evadirse, llegando a Mayagüez. Las fuerzas del comandante Espiñeira consistieron en dos compañías de Alfonso XIII y dos guerrillas, una montada y otra a pie; total 400 hombres.

Mateo Fajardo.—Rico hacendado de caña y político batallador, era muy vigilado por las autoridades españolas en los días que precedieron a la declaración de guerra, por lo cual y el mismo de la ruptura de hostilidades, embarcó en Ponce, con rumbo a St. Thomas, en un vapor francés. Pasó luego a Nueva York y Washington,, donde, unido a Mattei Lluveras, otro hombre de acción, caráder de hierro y separatista furibundo, visitaron a políticos influyentes, y hasta algunos hombres del Gobierno, en solicitud de ciertos auxilios para promover en Puerto Rico un movimiento separatista. Muchos cables fueron enviados, por ambos leaders a portorriqueños de sus mismas ideas políticas, residentes en Santo Domingo, Honduras, Venezuela, Cuba, y otros países hispanoamericanos, y todos respondieron al llamamiento. Mattei, algún tiempo antes, había podido introducir, y tenía oculto en los alrededores de Yauco, un gran número de machetes de guerra; Matos Bernier, Celedonio Carbonell, Rodulfo del Valle, Eduardo Lugo Viña (que era subsecretario del Presidente del Consejo insular), y algunos más de la Isla, habían ofrecido su cooperación financiera y esfuerzo personal. Fidel Vélez, de Yauco, tenía reclutados más de lOO voluntarios, proponiéndose utilizar, en esta intentona, la experiencia de sus fracasos anteriores.

El mismo general Miles alentaba la revuelta, y todo parecía propicio a los planes de Fajardo, cuando llegó a Washington el famoso telegrama del general Shafter, solicitando autorización para levantar el cerco de Santiago de Cuba. Miles corrió al teatro de la guerra, y toda acción revolucionaria en Puerto Rico quedó en suspenso.