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CRÓNICAS
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mando tales posiciones al lado Sur de la bahía, que le permitirían cooperar a la ac- ción de la escuadra. Segundo plan.-El Generalísimo adoptó el plan que llevara a cabo, bajo su ex- clusiva responsabilidad, y haciendo uso de los poderes discrecionales de que estaba investido. Como el puerto de Guánica, punto ideal para una invasión, había sido re- conocido y sondeado por el inteligente capitán Whitney, en él tomaron tierra las fuerzas expedicionarias, siguiendo a su captura la de Ponce, base elegida para la mar- cha sobre San Juan, siguiendo la gran carretera que atraviesa de Sur a Norte toda la Isla. Tal cambio produjo gran estupor y fundada alarma en Wáshington, y hasta la Prensa levantó voces de protesta. R. A. Alger, el cual era secretario de la guerra, en su libro The Spanish-American War, página 30, estampa las siguientes reflexiones: Como el General Miles había insistido, sabiamente, en que su expedición fuese protegida por un fuerte convoy de guerra, bajo la creencia de que era necesario im- pedir que los cañoneros españoles, saliendo del puerto de San Juan, atacasen a los transportes durante el viaje, la noticia de que él, de improviso, había cambiado el punto de su destino, causó mucha ansiedad, toda vez que dos expediciones, for- mando parte del mismo ejército invasor de Puerto Rico, estaban en el mar, en ca- mino para Fajardo y sin protección de ninguna clase. El Mayor General, James Wilson, había salido de Charleston con su expedición, 3.571 oficiales y soldados, el 20 de julio; y el Brigadier, General Schwan, había par- tido de Tampa el 24, con 2.896 hombres, entre oficiales y tropa. Surgió, entonces, el temor de que estos transportes, sin protección, fuesen atacados por los buques de guerra españoles, mientras iban en camino abarrotados de tropas..... Por dos días, con sus noches, las fuerzas de invasión desembarcadas sólo alcan- zaron a 3.300 combatientes, mientras las defensoras sumaban 18.000, y de ellas 8.000 soldados regulares, de primera clase, valientes, sobrios y disciplinados. Tomado Ponce, las fuerzas enemigas se fraccionaron en cuatro débiles columnas, al mando de los generales Wilson, Brooke, Schwan y Henry, siguiendo rutas inde- pendientes, sin posible enlace entre ellas, por parajes intransitables, en pleno ho- rror del verano y bajo lluvias frecuentes, que convertían caminos y campamentos en verdaderos lodazales. Cada una de estas columnas pudo ser batida por fuerzas españolas muy superio- res, cuando menos dobles en número. El que no se hiciese, no prueba nada dentro de una sana crítica militar; pudo y debió hacerse. No son admisibles las razones en que algunos escritores han fundado la defensa del plan que se estudia, alegando que con él se economizó el Ejército americano muchas bajas de sangre. Y las causadas por el calor, las lluvias y enfermedades, ¿a cuánto ascendieron? No existe un solo precepto de táctica o estrategia que ampare y preconice aque- lla operación de guerra, y solamente podemos admitirla, suponiendo que el Genera-