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CRÓNICAS
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dores, quienes con sus dos cañones ligeros les hacían fuego desde las Lomas de la Maravilla. Y de esta suerte cosechó los más frescos laureles un caudillo caballeroso y bue- no, pero que no tuvo un solo destello que pudiera acreditarle como hombre de gue- rra. Aquella ligera confusión del 11.º de infantería, al desplegar detrás del puente de Silva, debajo de las Lomas de Silva, en el combate de Hormigueros, mereció todos los honores de una Corte Marcial. El punto llave de todo el campo de batalla de Hormigueros era la altura donde están edificadas la Iglesia y Casa de Peregrinos; ni Soto ni Schwan repararon en dicha altura, a pesar de que fué reconocida por la ca- ballería del capitán Macomb. El vivaquear por la noche entre el puente de Silva y la vía férrea fué un error gravísimo. Si el coronel Soto con sus mil y tantos infantes, sus dos cañones y sus dos guerrillas, desciende aquella noche desde el cerro de Las Mesas, de un lado por Hormigueros y del otro por las lomas de Silva, la brigada Schwan irremisiblemente hubiera sido copada por no tener terreno donde desplegar y por estar su vivac completamente dominado. Si Schwan, en vez de vivaquear, divi- de sus fuerzas aquella misma tarde, y las dirige hacia las faldas del cerro de Las Me- sas, una parte subiendo por Hormigueros y la otra por la carretera de la ciudad, Soto y su fuerza hubieran sido copados. Este coronel Soto se retira tranquilamente por los Consumos hasta la hacienda «Nieva», y desde aquí a Las Marías; su enemigo no lo persigue. La caballería del sim- pático capitán Macomb pierde su tiempo y el contacto con los fugitivos, mientras galopa al compás de sus trompetas por las calles de Mayagüez. Toda la brigada en- tra en la ciudad, acampa a su salida para Maricao, y en vez de lanzar puntas que aco- sen a la retaguardia española, el general Schwan dedica muchas horas a los asuntos civiles y a resolver chismes de pueblo. Soto, de otra parte, en vez de detenerse y hacer frente al enemigo en la formida- ble posición de los Consumos, a caballo en el ángulo donde se cruzan dos caminos, sigue a la hacienda «Nieva», abandonando algo de su parque en la finca «Naranjales», y, ya en dicha hacienda, tiene la desgracia de caer a un foso, recibiendo tan graves heridas, que, desde allí y en adelante, fué transportado en camilla. Sigue hasta Las Marías, y entonces aquel jefe, mal herido y mal curado, casi abandonado de sus médicos, y postrado en su lecho de campaña, vislumbra la realidad de los hechos, y ocupando las excelentes posiciones del cementerio, que dominaban todo el campo hacia abajo, hace alto, da frente, quiere emplazar sus cañones, y esta vez se dispone a jugar su última carta. Y, seguramente, la hubiese ganado. Al llegar a este punto se deja sentir la maléfica influencia del Palacio de Santa Catalina, desde donde llegaban telegramas tras telegramas ordenando una rápida retirada hacia Lares, retirada que culminó en la rota del Guasio. Acampada la brigada Schwan sobre el camino de Maricao, envía caballería y arti- llería ligera, con algunos infantes, a buscar el enemigo, que se retiraba con tanta len-