Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/615

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
CRÓNICAS
565
 

efectivamente, se ha recibido el cable mencionado, añadiendo que entre las condi- ciones convenidas para terminar la guerra, España renuncia a su soberanía en Cuba y cede, además, a los Estados Unidos, la isla de Puerto Rico. Regresamos al castillo, dando cuenta de todo al general Ricardo Ortega. Este se encierra en la reserva más absoluta, sin pronunciar una palabra; pero me ordena detenga los trabajos que, en aquellos momentos se ejecutaban, preparando grandes tablones erizados de puntas de acero que a la mañana siguiente debían ser colocados en los caños de San Antonio y Martín Peña. ¡Noche triste! La paso, toda ella, sentado sobre un cañón; al salir el sol me afirmo en mi resolución, tomada antes de la guerra, de pedir mi licencia absoluta; tan pronto se firme la paz y cesen mis compromisos con el Ejército español volveré a la vida civil para participar de la suerte que corra mi país. Una partida sediciosa ataca el pueblo de Ciales. En el Estado Mayor afirman que el jefe es Virgilio Ramos Casellas, y que le acompaña, como segundo, Ramón Mon- tes. El teniente Ledesma, de la Guardia civil, combatió a los revoltosos dispersándo- los. Se habla de muertos y heridos, encontrándose entre estos últimos, paisanos y mujeres. AGOSTO, 14.-Estoy triste. Me parece como si algún ser muy querido hubiese muerto; y, sin embargo, muchos oficiales de la guarnición no hacen nada para ocul- tar su alegría. «Por fin ha terminado la guerra-dicen-y nos marcharemos a nuestras casas; nada nos importa Puerto Rico, y en lo sucesivo ya no soñaremos más con el vómito y otras enfermedades tropicales.>> La conducta de estos hombres contrasta con la de mis artilleros, que se muestran pesarosos y profundamente tristes, por no haber tenido una oportunidad de batirse contra el ejército que avanzaba para sitiar la plaza. Desde que montamos, en el frente de tierra, los cañones, obuses y morteros que el capitán Acha salvó cuando el nau- fragio del Antonio López, estábamos seguros de que si nos atacaban, el castillo y sus baterías, admirablemente dispuestas en aquella dirección, causarían enormes destro- zos al enemigo. A última hora ha llegado un cable de St. Thomas, y dice que el Protocolo de paz ha sido firmado en Wáshington. Hoy ingresa preso, en mi castillo, el guerrillero de la sección montada, Pau- lino Pumarada. AGOSTO, 15.-La Gaceta publica un bando del capitán general para reprimir los actos que están cometiendo las partidas levantadas en armas en muchos pueblos de la Isla. La misma Gaceta da cuenta del Armisticio. Un buque americano, de los cuatro que están frente al Morro, ha izado ayer bandera blanca, y después de ciertas formalidades, desembarcaron, por el muelle del arsenal, algunos oficiales americanos. Llegan desde Mayagüez el teniente coronel Osés, un teniente y 45 soldados que estaban prisioneros desde el combate del río Guasio. Todos son alojados en el cuartel de Ballajá. AGOSTO, 16.-El teniente coronel de Voluntarios, Dimas de Ramerí, que se retiró de Ponce hacia Aibonito, con las tropas españolas y acompañado de sus cuatro hijos, está hospedado, actualmente, en el Hotel Inglaterra. Todos los jefes y oficiales y autoridades de la plaza le han remitido sus tarjetas como prueba del alto aprecio en que se tiene a este anciano por su conducta en aquellos días. Al joven Luis Gorbea le ocurrió ayer noche un accidente cerca de la Carolina, adonde él se encaminaba; la noche estaba obscura, y al recibir el ¡quién vivel de un centinela español, y como no contestara rápidamente, sonó un disparo de fusil y luego otro, y momentos después sintió apoyarse en su pecho el cuchillo de un fusil 36