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A. RIVERO
 

tos se situó en San Cristóbal, punto céntrico del frente Norte, donde se mantuvo durante todo el combate.

El número de disparos hechos por la plaza fué de 441, de todos calibres. El de los del enemigo, por el número de sus piezas, por el de los impactos conocidos en las fortificaciones y edificios y por la comparación de su intensidad con el de nuestras baterías, puede apreciarse en más de dos mil de grandes y medianos calibres, sin contar con la gran cantidad de proyectiles pequeños lanzados sobre las obras de defensa. Si a pesar de la violencia de su fuego sólo consiguió causar efectos relativa- mente escasos en aquéllas y en el caserío, débese, en primer término, a la solidez del Morro y demás obras de fortificación, aunque antiguas en general, y si bien se aproximaron bastante a aquél en dos ocasiones, nunca se sostuvieron largo tiempo a corta distancia, retirándose cuando las baterías de la plaza empezaban a rectificar su tiro, y ha de tenerse en cuenta que los barcos que así obraban se hallan protegidos por corazas de 40 o más centímetros. Además, la dirección de sus fuegos, la clase de proyectiles lanzados, en su mayor parte perforantes, la naturaleza muy variada de sus cargas, así como la circunstancia de venir muchos descargados o sin espoleta, indi- can claramente que a bordo de la escuadra americana no debió reinar el mayor orden ni existir sólida instrucción en sus dotaciones.

El número de bajas de todas clases sufridas por la guarnición y Cuerpos auxilia- res se eleva a dos muertos y 34 heridos. Las desgracias conocidas en el vecindario ascienden a tres muertos y 16 heridos. Del enemigo, aunque no sea posible cono- cerlas con certeza, algunas noticias traídas de Santo Domingo por pasajeros de va- pores extranjeros, las hacen subir a un número considerable, y si bien no sería cuerdo darles completo crédito, parece tener ciertos visos de certeza la de que al llegar a puerto en dicha isla fueron enterrados, dos días después del bombardeo , cuatro ofi- ciales y 13 marineros, debiendo ser uno de los primeros de elevada categoría, a juz- gar por los honores que se le tributaron. También parece comprobado que al día si- guiente del combate se oyeron, hacia alta mar, disparos, que se supone fueran de honor a los muertos durante aquéh

Por último, manifestaré a V. E. que fueron de poca entidad los desperfectos sufridos por las fortificaciones y edificios militares de la plaza. Conviene agregar que los barcos de guerra y mercantes surtos en la bahía tuvieron también algunas ave- rías, habiéndolas sufrido asimismo en las chimeneas y en un palo del vapor de guerra francés Amiral Rigault de Genouilly, que poco después del bombardeo se hizo a la mar. Del enemigo puede asegurarse que debió tenerlas de gravedad uno de los ma- yores cruceros, que se retiró remolcado, y noticias posteriores afirman que un mo- nitor sacó la proa destrozada por una granada, circunstancia que se comprueba, en cierto modo, por haberse encontrado en la costa una caja de herramientas con el nombre Amphitrite.

Finalmente, para terminar ya la reseña de todos los particulares de alguna im- portancia en el suceso que motiva esta comunicación, he de manifestar a V. E. que ia escuadra enemiga se retiró después del fuego hasta frente al puerto Manatí, desta- cando uno de sus barcos, a Saint Thomas, sin duda, para comunicar con el Gobierno de Washington, y evolucionando de nuevo por la tarde frente a la plaza, pero a gran distancia, no volvió ya a ser vista en el siguiente día, teniendo noticia más tarde de su llegada a vSamaná.

He procurado, excelentísimo señor, dar a esta narración la mayor exactitud posi- ble, para que V. E. pueda juzgar por sí mismo de los hechos, huyendo de propósito de todo encomio exagerado que pudiera obscurecerlos o alterarlos, y que, me com- plazco en creerlo así, no es necesario en este caso para que resalte la conducta obser- vada por los defensores de esta plaza, cuya mejor recompensa consiste en la concien- cia del deber cumplido y en el servicio que puedan haber prestado a su patria en las