Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/661

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
CRÓNICAS
611
 

pertenecía forzosamente al enemigo, la moral fué nuestra constante, a pesar de que el personal se sometía por primera vez a la dura prueba de sufrir el fuego de la es- cuadra enemiga. Aunque estoy satisfecho por igual del comportamiento de todos los Cuerpos y clases, el mérito principal recae, naturalmente, por la índole del combate, en el 12. Batallón de artillería de plaza. Tanto los jefes y oficiales, cuanto la tropa de dicho Cuerpo, se han excedido constantemente y de una manera general en el cum- plimiento de sus deberes, dentro del puesto que a cada uno le estaba confiado; mas como el peligro era distinto según la situación de las baterías y, en consecuencia, distintas las pruebas a que tuvieron que someterse la energía y serenidad de los comandantes, oficiales y sirvientes de las mismas, me creo en el deber de mencionar especialmente al capitán don Ramón Acha, con destino en el Parque, quien a pesar de que su misión en el Morro se reducía a la apreciación de distancias, al ver dura- mente combatida la batería del Macho, en la que sólo se encontraba un oficial, tomó el mando de ella, permaneciendo todo el combate en aquel puesto preferente; al ya aludido oficial de dicha batería, segundo teniente, don Fernando Morales Hanega, que cooperó con el capitán Acha a la firmeza con que aquélla se sostuvo; al primer teniente don Faustino González Iglesias, que mandaba la batería de obuses del mismo Macho, y que ha sido muy recomendado por sus jefes; al segundo teniente don José Barba, comandante de la batería del Carmen, la más comprometida de todas por su situación adosada al caballero del Morro, en la cual estuvo sosteniendo el fuego con gran arrojo hasta caer herido; al capitán don José Iriarte, que estuvo al frente de la batería de San Antonio, la primera en romper el fuego y la última en suspenderlo, así como una de las más batidas y de las que más eficazmente ofendieron a la es- cuadra americana, y al segundo teniente don Nicanor Criado, que dirigía la batería de obuses de San Fernando, otra de las que también jugaron más en la acción. Debo hacer mención también del teniente coronel de artillería don Benigno Aznar, quien a pesar de haber sufrido pocos días antes la fractura de una clavícula, por una caída de caballo, se puso al frente del grupo de baterías de San Cristóbal que le estaba encomendado, y del comandante jefe del detall del Parque, don Luis de Alvarado, que después de dejar asegurado el servicio de municionamiento y reparaciones del material que tenía a su cargo, se presentó voluntariamente en el Morro en los mo- mentos de mayor peligro, poniéndose al frente de su batería de obuses. De individuos de tropa se han hecho dignos de mención especial: el sargento Arturo Fontbona, que, estando licenciado, había solicitado pocos días antes volver a ingresar como supernumerario mientras durasen las presentes circunstancias, y heri- do en el combate, no consintió en retirarse de su puesto hasta terminar aquél; el cabo Rafael Aller, que obró del mismo modo que el anterior durante el fuego; el de igual clase, Manuel Estrada García, que demostró constantemente el deseo de ocupar los puestos de mayor peligro; sargento Blas Rodríguez Navarrete y artillero Lázaro Gallardo, de la batería del Macho de San Cristóbal, que se distinguieron, el primero como jefe de un obús situado al descubierto, y el segundo conduciendo a mano las granadas de 24 centímetros, y, por último, el armero de la Guardia civil, José Simón Díaz, y obrero aventajado del Parque, José Fernández Díaz, que prestaron importan- tes servicios en la reparación del material bajo el fuego enemigo. Además, es merece- dora de todo encomio la conducta de los individuos de la Compañía auxiliar de obreros de artillería, formada de obreros civiles y faeneros del muelle, la cual estaba destinada al servicio de municionamiento, que estuvo perfectamente atendido, a pesar de tener que hacerlo completamente al descubierto en algunos espacios, y los de la Sección de ciclistas del primer batallón de Voluntarios que, haciéndose superiores al peligro y a la fatiga, comunicaron constantemente mis órdenes a todos los puntos, así como las del general gobernador de la plaza, quien desde los primeros momen-