Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/679

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

APÉNDICE NUMERO 14

Carta del Ministro de Estado de España dirigida al Secretario, también de Estado, de los Estados Unidos, solicitando condiciones para llegar a la paz, y respuesta del último.

Madrid, julio 22, 1898.

Al honorable Wiliam R. Day, secretario de Estado de los Estados Unidos de América.

Señor Secretario:

Ruego a V. E. se sirva dar cuenta al señor presidente de la República del ad- junto mensaje:

Señor Presidente: Tres meses ha que la República de los Estados Unidos declaró la guerra a España porque ésta no consentía la independencia de Cuba, ni se alla- naba a que sus tropas evacuaran la Isla. Resignada aceptó la nación española tan desigual contienda, limitándose a defender sus posiciones, sin otra esperanza que la de dificultar la empresa acometida por la República americana y el mantenimiento de su honor. Ni las duras pruebas a que nos ha sometido la adversidad, ni el cálculo de las probabilidades con que pudiera sentirse abrumada nuestra esperanza, nos im- pedirán luchar hasta el agotamiento del último de nuestros medios ofensivos y de- fensivos. Pero esta firme resolución no cierra nuestros ojos ni obscurece nuestro entendimiento para ver y juzgar las responsabilidades en que incurrirían las dos na- ciones contendientes ante el mundo civilizado por la continuación de la campaña. Sobre los efectos inevitables de toda lucha armada, para los países que la mantienen, se ha de sentir en esta guerra con mayor intensidad el padecimiento inútil e injusti- ficado de los habitantes de todo un territorio, por el cual siente España los afectos del antiguo lazo que con él la unen; padecimiento al cual no ha de ser indiferente ningún pueblo del viejo o del nuevo mundo que respete los principios de humani- dad. A remediar tales daños, ya bien intensos, y a evitar los futuros, aún más gra- ves, pueden acudir ambas naciones si por acaso hay bases de inteligencia para diri- mir la contienda pendiente por medios distintos del empleo de las armas. Juzga España posible hallar estas bases; juzga también su Gobierno que así lo reconocerá el pueblo americano.

Motivos existen para entenderlo de tal suerte por amigos de entrambos países. Ganosa la nación española de probar una vez más que en la presente guerra no ha sido guiada por otro móvil sino guardar el prestigio de su honrado nombre, así como en la que mantuvo con los insurrectos cubanos sólo se inspiraba en el deseo de salvar la Gran Antilla de los peligros de la prematura independencia, en la hora actual mira más por los sentimientos engendrados por el vínculo de la sangre que por los deberes y derechos de la Metrópoli.

Dispuesta se halla España de salvar a Cuba de los estragos de la guerra, devol- viendo a sus habitantes la paz si los Est^idos Unidos están prontos a concurrir en

4Q