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A. RIVERO
 

esta obra. El Presidente de la República y el pueblo americano conocerán por este escrito el pensamiento, deseos y propósitos de esta nación. Réstanos ahora escuchar del Presidente las bases sobre las cuales pueda asentarse un estado político definitivo para la isla de Cuba y la terminación de una lucha que no tendría objeto legítimo, una vez acordados los procedimientos de pacificación para el territorio cubano. En nombre del Gobierno de S. M. la Reina Regente tiene el honor de dirigirse a vue- cencia con la más alta consideración. — El Duque de Almodóvar del Río, Ministro de Estado.

Aprovecho, señor secretario de Estado, para ofrecer a V. E. las seguridades de mi alta consideración.

El Duque de Almodóvar del Río.

RESPUESTA DEL SECRETARIO DAY A LA CARTA ANTERIOR DEL DUQUE

DE ALMODÓVAR DEL RÍO

Al Excmo. Sr. Duque de Almodóvar del Río, Ministro de Estado. — España. ,

Excmo. Señor:

El Presidente ha recibido en la tarde del martes 26 de julio, de manos de S. E. el Embajador de Francia, que para este efecto representa al Gobierno de S. M., el Men- saje firmado por V. E., como Ministro de Estado, en nombre del Gobierno de S. M. la Reina Regente de España, fecha 22 del mismo mes, relativo a la posibilidad de ter- minar la guerra que actualmente existe entre España y los Estados Unidos. El Pre- sidente ha recibido con satisfacción, por una parte, la insinuación de que los dos países podrían esforzarse en buscar, de común acuerdo, las condiciones en que pu- diera quedar terminada la presente lucha, y, por otra parte, la seguridad de que Es- paña cree posible una inteHgencia sobre este punto. Durante las laboriosas negocia- ciones que precedieron a la apertura de las hostilidades, el Presidente trabajó con todas sus fuerzas para evitar un conflicto, abrigando la esperanza de que España, en consideración a sus propios intereses y a los de las Antillas españolas, y a los de los Estados Unidos, hallaría medio de acabar con el estado de cosas que ha perturbado constantemente la paz del hemisferio occidental, y que en ocasiones diversas había puesto a ambas naciones a dos pasos de la guerra. El Presidente hace constar, con profundo disgusto, que sus esfuerzos, encaminados a mantener la paz, se vieron frus- trados por acontecimientos que impusieron al pueblo de los Estados Unidos la con- vicción inalterable de que sólo la renuncia por parte de España de su soberanía en Cuba, soberanía que ya no se encontraba en estado de hacer respetar, podría poner término a una situación que había llegado a hacerse intolerable. Por espacio de años enteros, y en consideración a las susceptibilidades de España, el Gobierno ameri- cano respetó, mediante el ejercicio de sus poderes y a costa de grandes sacrificios para su Tesoro, las obligaciones que le imponía la neutralidad. Pero llegó, por fin, el momento en que, según se le había advertido a menudo a España, se hacía imposi- ble mantener más tiempo esta actitud. El espectáculo a nuestras puertas de un terri- torio fértil, arrasado por el hierro y el fuego, entregado a la desolación y al hambre, era de los que nuestro pueblo no podía considerar con indiferencia. Cediendo, en consecuencia, a lo que exigía la humanidad, el pueblo americano resolvió suprimir las causas cuyos efectos le afectaban profundamente. Con este fin, el Presidente, au- torizado por el Congreso, pidió a España que retirara sus fuerzas de mar y tierra de Cuba, para poner al pueblo de la Isla en situación de darse a sí mismo un gobierno. A esta petición contestó Espaga rompiendo sus relaciones diplprnáticas con los Es-