estado mayor y Marina; se escribieron montañas de papel; se iniciaron diversos planes de defensa para la plaza y todo quedó en suspenso.
Hoy (no creo violar ningún secreto), San Juan está indefenso contra un ataque del exterior, fiándolo todo, en caso de guerra, a la acción de la escuadra. No es ajeno
a este libro si traigo a él algo que añada un grano de arena a la labor de los ingenieros y artilleros de los Estados Unidos que, en su día, han de estudiar el plan de defensa de San Juan. Desde luego, que los castillos y toda la fortificación actual sólo debe conservarse como reliquia histórica, de gran valor y sobre la que nadie debe poner mano. El emplazamiento de las baterías para morteros y obuses rayados, de gran calibre, está en un cerre situado al Sur de la bahía y camino de Bayamón. Desde allí arriba y con fuegos fijantes, se puede batir a mansalva las cubiertas de los buques de guerra que se aproximen a 10 millas, desde Punta Salinas hasta más allá de las Bocas de los Cangrejos. Esta loma, cubierta de monte y enmarañados zarzales, dificultaría toda observación del enemigo, que pudiera auxiliarle en sus fuegos. Sobre las mismas lomas, y a media ladera, en cota de 20 metros a lo sumo, para reducir el espacio muerto, grandes cañones batirían los blindajes de la escuadra enemiga.