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A. RIVERO
 
Crucero auxiliar Yale (tres chimeneas).


ser de 6.500 metros, y seguidamente avisé al general Macías, pidiendo su venia para comenzar el ataque. Dispuse, entretanto, que las piezas a mi mando fuesen cargadas y apuntadas cuidadosamente contra el buque ene- migo, y también solicité la cooperación de las otras baterías cercanas. Como el Yale no mostraba sus colores, el general Macías y su jefe de Estado Mayor, coronel Camó, vacilaron mucho tiempo, temiendo habérse- las con un buque inglés, en cuyo caso podía surgir un nuevo conflicto internacional. Entre di- mes y diretes transcurrió más de una hora, y cuando sonaban las doce en el reloj de la plaza, recibí la orden para hacer fuego. Era tarde; el Yale^ que había apercibido cómo se elevaban las bocas de los cañones, se había alejado, lentamente, con rumbo al Noroeste; estaba ahora a 9.000 metros. — Está fuera de tiro — avisé por teléfono. — No importa — fué la respuesta — . Hágale un disparo para que nos enseñe su ban- dera. Y entonces, poniendo un estopín de fricción al cañón de la izquierda, batería de los Caballeros de vSan Cristóbal, y, apuntado al máximo alcance, di fuego. Esto ocurrió a las doce y diez minutos del día lO de mayo de 1898. El proyectil cayó muy corto, y re- botando, chocó nuevamente en el mar como 200 metros más allá. El Yale forzó su mar- cha y se situó en el horizonte, aunque sin abandonar la vigilancia del puerto. Este fué el primer tiro disparado durante la guerra hispanoamericana en Puerto Rico; el cañón usado fué uno de 1 5 centímetros, entubado, a cargar por la recámara y sistema Ordóñez. Al oírse el estampido hubo alguna alarma en la ciudad; pronto vi llenarse a San Cristóbal de jefes y oficiales ansiosos de saber lo ocurrido, y de muchos amigos míos, que me felicitaban efusivamente por haber tenido yo el honor de disparar el primer cañonazo. Desde el último día del mes de abril del año 1/97, la plaza de vSan Juan no había disparado un solo tiro de guerra: ciento y un años de paz. El Yale da cuenta de aquel cañonazo en la forma siguiente: «... El día 9, y mientras observaba el puerto de San Juan, un transporte armado salió y me echó de allí. Si mi buque hubiese estado armado con uno o dos cañones de tiro rápido, de cinco pulgadas, yo hubiera capturado dicho buque 1. 1 Este transporte'^era el Alfonso XIII, trasatlántico español, armado en guerra, con cañones de 12 cen- tííhetros (cinco pulgadas), y que se hizo a la mar con objeto de proteger la arribada del vapor Paulina, que venía de Saint Thomas. Forrara coincidencia, escribió su comandante, refiriéndose al Yale: «Si mi buque hubiera montado mejor artillería, yo hubiese hundido o apresado al crucero auxiliar que bloquea el puerto.» — N. del A.