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ridículo ó irracional. Vínome entonces á la memoria una ópera francesa en la cual la emperatriz Catalina segunda de Rusia ennoblece á una esclava en recompensa de sus talentos; y desde luego se presentó á mi imaginación todo el partido que se podía sacar de semejante idea, presentando realmente el talento sobre la escena, y haciéndole tan infeliz como fuese posible para que su triunfo resultase mas completo. De aquí nació la Inclusa, el Buen criado, el Amante exaltado, en cuya delineación he tenido muy presente el Arturo de la Extranjera; y seguro del desenlace por haberme seducido la idea de valerme del poder supremo como en la ópera francesa, imaginé el carácter intermedio del Almirante para que sirviese de comunicación á las mercedes del trono. Este cuadro me pareció luego muy tétrico y sin circunstancia alguna de las que exige la ley de la verdadera comedia, de modo que temí que me resultase un drama sentimental. Para evitar tal escollo creé el carácter de don Pedro, al cual procuré atribuir las máximas mas arriesgadas revestidas de todo el gracejo que cupiese en mí, á fin de combatirlas y llenar así todo el objeto de la sátira cómica. Puse pues la controversia en boca del Almirante, asemejándole